Entrevista a Miguel Clariá, periodista
Por Marcos Calligaris

El reloj marca las 8:15 de la mañana. La cita es en un bar céntrico. El periodista llega puntualmente y se sienta frente a mí.

“Ayelén, lo de siempre por favor”, ordena cordialmente. Y lo de siempre es un café, un café cuyas bondades derivan en un primer tema de conversación.

Delante de mí se encuentra sentado Miguel Clariá. En Córdoba no hace falta presentación para un personaje como tal, periodista por antonomasia.

Lo que nos proponemos es un periplo por la memoria misma del protagonista. Un viaje que nos transporte desde su austera infancia en Barrio Cofico junto a sus 16 hermanos, hasta su primer trabajo en una biblioteca. Desde sus primeros años en la carrera de Letras, hasta el día en que Ronald Reagan le firmó su diploma del Postgrado que cursó en la prestigiosa UCLA, de Estados Unidos. Desde los polvorientos partidos de fútbol que comenzó cubriendo en la Primera B de la Liga Cordobesa, hasta la cobertura de elecciones presidenciales en Estados Unidos, Francia o España para Cadena 3.

Un derrotero que incluye anécdotas e intimidad. La vida misma de quien se erigió como uno de los comunicadores más respetados de La Docta.

Miguel Clariá remueve el azúcar con una cuchara, prueba un sorbo de café y nos cuenta sobre su infancia. “Nací en Buenos Aires por casualidad, mi papá estaba cumpliendo funciones profesionales allá y me trajeron en el moisés, pero tengo ADN cordobés, toda mi familia es cordobesa”, aclara.

Luego hunde sus palabras en el silencio, rodea el asa con dos dedos, levanta la taza y nos da pie para la primera pregunta. El viaje está en marcha.

Con 17 hijos ¿Cómo se las arreglaban esos padres para mantener la familia?

Se vivía con mucha modestia, con mucho esfuerzo. Ha cambiado tanto el estilo de vida, que es muy difícil marcar las diferencias. Medio siglo atrás había cosas que no existían, no sólo en tecnología, no existía cierto concepto del gasto, del consumo, de las vacaciones. La clase media argentina era una clase aspirante, muy austera. Todos estudiábamos y empezábamos a trabajar desde muy chicos. Nuestro lugar de vacaciones era Río Ceballos y eran unas vacaciones fantásticas, paradisíacas. 

¿Dónde estudió?

Siempre fui a colegios públicos. Primero a la escuela Presidente Sarmiento y luego al Monserrat, fantástico colegio público. Mi papá fue monserratense, al igual que yo y mis hijos.

Luego vino la etapa universitaria donde estudió Letras. ¿Cómo surge esa inclinación hacia el mundo literario?

Primero hice tres años de Arquitectura. Luego estudié Letras, egresé y me fui a Estados Unidos porque gané una beca. Pero mi formación académica viene de mi primer trabajo que fue en una biblioteca. Estoy convencido de que eso me marcó, era un chico de 16 años y trabajaba en un mundo fascinante de libros permitidos y prohibidos. Tenía un anaquel con libros prohibidos, calculá con esa edad cuáles eran los que sacaba…

¿Qué fue lo que precipitó su salida de los claustros docentes?

En el ‘75 en Córdoba hubo un pre Golpe de Estado, se intervino la Provincia, la Universidad y simplemente, para no andar seleccionando nos echaron a todos. Fue una época tan fea, pero no guardo rencores. Tuve oportunidad de volver y no quise. Hice mi vida en el periodismo y estoy muy contento.

¿Hacia donde cree que iba su vida de no haber mediado esa situación histórica?

Mi vida iba hacia la actividad académica, hacia la docencia. El juego de las vidas no vividas te puede llevar a cualquier lado. Pude quedarme a enseñar en Australia, o en Sudáfrica, donde me ofrecieron contrato. Pero con la vida que viví tengo bastante.

¿Cómo fue la experiencia de estudiar en Estados Unidos?

Fueron tres años. Estudié en la UCLA, la Universidad de California. Es una universidad del Estado, cuyo presidente es el gobernador. En esa oportunidad el gobernador de California era Ronald Reagan, quien luego fue presidente de Estados Unidos. Así que mi diploma está firmado por él. Allí tenía que competir con estudiantes norteamericanos, empezando por aprender inglés.  Fue muy riguroso, exigente y fantástico.

Regreso al país e incursión en el periodismo

Al poco tiempo que llegó de Estados Unidos, Miguel Clariá tendría su primera oportunidad en el periodismo gráfico. “Empecé en el diario Córdoba. Era un diario vespertino que los canillitas voceaban, algo que ya no existe”, recuerda. Y hurgando aun más entre sus recuerdos le dedica otro párrafo al extinto periódico. “En el diario Córdoba me encontré con una redacción de tipos con una formación literal, académica y científica espectacular. Para mí fue una revelación, yo era muy ignorante con algunas cuestiones del periodismo y todavía lo soy. Llegué a esa redacción donde había tipos muy bohemios que jugaban al ajedrez y fumaban pipa. Eran periodistas que no tenían google, tenían todo leído.

¿Sobre qué escribía en el Diario Córdoba?

Entré como cronista volante de deporte. El primer partido que cubrí fue Universitario vs. Las Palmas, por la Primera B del fútbol de Córdoba. Eso fue un hito en mi vida, la primera crónica firmada. Ver mi nombre impreso en el diario Córdoba era en ese momento como el diploma de la UCLA. Recuerdo que jugaron en La Lomita, la adrenalina, la emoción, el descubrimiento de algo que no tenía idea de adónde me iba a llevar.

¿Recuerda algo más de ese partido?

Sí, salieron 1 a 1 y me equivoqué en el nombre del árbitro.

El Diario Córdoba, devino en ‘El Tiempo de Córdoba’ y Miguel Clariá fue atravesando distintas fases en la estructura del periódico hasta llegar a dirigir la tercera etapa del nuevo Diario Córdoba. “Fui director durante nueve meses, pero me fui. No me gusta ser jefe, no tengo capacidades. Eso te genera relaciones y compromisos que no disfruto.”, aclara.

Llegaría el año 1979, la selección juvenil de Maradona y Ramón Díaz jugaba en Montevideo. El joven Clariá cruzó el charco para cubrir el partido ‘juntando puchos’ y una vez en la capital de Uruguay trabó amistad con quien años más tarde se convertiría en el gran referente del periodismo deportivo argentino y quien tendría un papel importante en el devenir de su carrera: Víctor Hugo Morales.

“Víctor Hugo me dijo que se estaba yendo a trabajar a Buenos Aires, lo habían contratado de Radio El Mundo. Cuando finalmente fue, me llamó. Allí empezó a hacer ‘Sport 80’ con un grupo de periodistas impresionantes como Néstor Ibarra, Fernando Niembro, Marcelo Araujo, Adrián Paenza, Alejandro Fabri, muchos que eran compañeros y ahora son enemigos íntimos”, remarca.

¿Cuál es el significado de Víctor Hugo Morales y ‘Sport 80’ para su carrera?

‘Sport 80’ fue un hito. Hasta entonces, la marca del periodismo deportivo era el ‘gordo’ Muñoz y Víctor Hugo le puso inteligencia, creatividad, le subió el nivel. No era sólo relatar un gol -que lo relató mejor que nadie- sino que además era un tipo capaz de incursionar  en la música, en la literatura, en los fenómenos sociales, en la política. Los que lo conocemos lo respetamos mucho, aun cuando disintamos.

Luego vino el paso a Radio Mitre…

Sí, nos fuimos todos juntos a Mitre y de Deportes pasé por todos los otros programas. Era un momento deportivo impresionante de Córdoba, con Talleres y Racing jugando finales.

Pero también eran los años del regreso de la democracia, entonces empezábamos hablando de fútbol y terminaban preguntándome quién iba a ser candidato a gobernador de Córdoba. Primero me llamaron para ‘Magdalena tempranísimo’ y luego terminé siendo el corresponsal en Córdoba de varios programas.

¿Fue en esa instancia cuando Juan Carlos Mareco comenzó a bromear con su tonada?

Con Mareco tuve una relación muy especial. Era un tipo encantador y un grande en el mejor sentido de la palabra. Yo era un auténtico piojo y él un consagrado total y siempre tuvo una deferencia por ponerme al aire o para tomarme el pelo. Luego me convocó como corresponsal en Córdoba para un programa de televisión. Lo recuerdo con mucho agradecimiento.

A partir de ese momento comenzó a trabajar para distintos medios de Buenos Aires…

Sí, trabajé para el Tiempo Argentino de Buenos Aires;  para la editorial Abril, donde hacía de corresponsal a todas sus revistas y en agencias de noticias. Mientras tanto en Córdoba, trabajaba en Radio Universidad; en LV3; en los tres canales de televisión, por todos lados.

¿En qué momento llegó la oportunidad de trabajar para Cadena 3?

Yo era mi propia agencia informativa, que trabajaba para todos los medios al mismo tiempo, hasta que llegó un momento en que Mario Pereyra me hizo una propuesta de trabajar en un proyecto fuerte e importante como este. Fue entonces que me vine a trabajar con él y con Rony. Empecé con Radioinforme 3, que me marcó profesionalmente en el sentido de que ya era un tipo que me tenía que levantar todos los días a las cuatro y media de la mañana y me organizó periodísticamente de otra manera.

Perfil bajo y rigor periodístico

Desde el momento en que llegó a Cadena 3 Miguel Clariá pudo mostrar regularmente para lo que estaba preparado. La radio se convertía en un éxito y aquel muchacho que había empezado con ‘Universitario vs Las Palmas’ se explayaba con profundos análisis políticos, desarrollando un periodismo responsable, serio, con rigor. Llegarían premios, entrevistas a importantes personajes mundiales y coberturas por todos los continentes.

¿Cuál cree que es su mayor mérito para ser considerado como uno de los periodistas de mayor imagen de Córdoba?

Todos los días hacemos un trabajo privilegiado comparado con otros trabajos. Yo digo que los periodistas y los futbolistas no deberíamos llorar, laburamos de lo que nos gusta y es un trabajo exigente en cuanto a la disciplina que te impone. Pero mi mayor mérito, mi mayor talento, es levantarme todos los días a las cuatro y media de la mañana. Luego, todos los días estamos sometidos a la decisión del oyente de cambiar de dial.

¿Cree que la gente realmente utiliza el derecho al zapping?

No sé si la gente a veces no utiliza bien su derecho al zapping, o no termina de aceptar que en realidad ve lo que quiere ver y escucha lo que quiere escuchar.

No acepto mucho la crítica del que te cuenta por qué no le gusta Tinelli y lo sabe porque lo ve. Si no te gusta Tinelli, apagá el televisor.

De sus comentarios se desprende permanentemente el valor de la humildad. ¿Cómo se definiría como periodista?

La humildad es un valor relativo, parece humilde lo que no es. Si en este caso interpretás la humildad como no creérsela, no me la creo. Y no es que no me la crea por humilde, si no simplemente por viejo, por experiencia. Estoy aburrido de ver a quienes se la creían y que de un día para el otro fueron reemplazados. Somos todos sustituibles, tan sustituibles que nos vamos muriendo y van apareciendo otros.  Entonces el que se la cree no es que no sea humilde, sino que es medio bobo.

¿Por qué elegiría a Miguel Clariá en el dial?

Yo a mí mismo no me elegiría, soy terriblemente autocrítico. De hecho, cuando tengo que elegir en el dial pongo música. Soy muy selectivo, no me irriten, no me molesten, no me fastidien.

¿Qué periodista puede escuchar y que no lo irrite?

No te voy a contestar porque sería una respuesta absolutamente injusta e indebida. Tengo muchos amigos en el periodismo pero por ahí me dan ganas de leerlos y otras veces no.

Ha entrevistado a personalidades muy importantes…

Sí, he tenido mucha suerte de que me paguen por entrevistar a Vargas Llosa o a Mario Benedetti… A Benedetti lo entrevisté tres veces y pagaría yo por entrevistarlo. Para mí eso es un premio. Y también hay entrevistas a anónimos absolutos que han sido como medallas y que me han marcado profundamente.

La profesión lo ha llevado a cubrir importantes eventos en el exterior…

Por eso te digo que esto es un privilegio. Yo he viajado por todo el mundo gracias al periodismo, he conocido presidentes, he estado con el Papa. Todo eso tiene un valor muy difícil de calcular y de medir. Cuando protesto a la mañana porque me levanto con mucha alergia y no puedo respirar bien, reflexiono sobre esto, y sobre todo cuando pienso que a la misma hora que yo se levantan enfermeras que tienen que esperar a que pase la Tamse y la Tamse decide no pasar y las deja, me doy cuenta que no hay derecho al pataleo, que soy verdaderamente privilegiado.

¿Qué importancia le da al Premio Konex que recibió en 2007?

Hay premios que tengo y que nunca fui a buscar, que no son rigurosos, no son serios, que son pura tranza, puro canje, que son un mamarracho. Pero el Konex no. De hecho, uno se entera que está nominado cuando ya lo han premiado. Hay otros premios en los que tenés que auto-postularte. El Konex es el único que pongo en mi curriculum.

He escuchado cómo modestamente se ríe de sí mismo, de sus metidas de pata…

Sí, todo el tiempo meto la pata, soy un moquero.

¿Puede recordar algún furcio memorable?

El último fue cuando confundí al técnico de la selección uruguaya con el presidente de Uruguay. En vez de ‘Tabaré’ dije ‘Tabárez’. Pasa que en radio hablamos y hablamos, estamos permanentemente jugados, el que crea que no se equivoca es un bobo.

También recuerdo una metida de pata en televisión y de la cual todavía se están riendo mis compañeros. Fue cuando me tocó hablar sobre un hecho trágico, en el que una señora llamada Alcira había tenido una actitud admirable. Supongamos que su apellido era ‘Pérez’, entonces para expresar mi admiración dije: ‘Hoy todos somos Alcira Gigena’, el nombre del pueblo (Risas).

Esos errores solamente me ridiculizan y eso es lo que menos me importa. Cometemos otros errores mucho más graves.

¿La televisión le gusta tanto como la radio?

No. Me gusta mucho más la radio.

En una ocasión expresó que se consideraba un periodista gráfico…

Sí, escribo espontáneamente. De hecho estoy escribiendo para el diario La Voz de San Justo como para mantener el ejercicio. Escribo todo porque me gusta reflexionar mirando las letras.

¿Le gustaría volver a trabajar en un diario?

No me metería ocho horas por día en un diario, no en este momento. Son distintos momentos profesionales y biológicos. Sí escribiría para una publicación semanal. Pero si me llaman para dirigir el New York Times, no voy.

 

Ley de Medios

“La Ley de Medios fue una batalla entre Néstor Kirchner y el Grupo Clarín”

Con una clara oposición a la flamante Ley de Medios aprobada por la Cámara Alta del Congreso, Cadena 3 puede llegar a ver modificada tanto su programación, como su estructura empresarial. ¿Cómo se definen los posicionamientos en el medio? ¿Cómo afectará la nueva Ley de medios a la radio más importante de Córdoba?

“Me parece que hay que hacer esta diferencia. La posición de Cadena 3 como empresa la marca su director, Carlos Molina. Dentro de la radio, cada uno tiene su posición, si hay algo que reconocerle a Cadena 3 es que es respetuosa de la opinión de quienes trabajamos ahí.

Entonces no hay una coincidencia absoluta en la posición de quienes trabajamos en Cadena 3”, aclara el periodista.

¿Cuál fue particularmente su posición respecto de la Ley de Medios?

Yo no creo en los blancos y en los negros, creo en los grises. Si hubo algo positivo de todo este mamarracho de ley que terminó saliendo es que haya habido discusión, que se haya planteado el debate, que se hayan manejado argumentos.

El problema no es si es la ley de la dictadura, o la ley de la ‘dictablanda’, el problema es si sirve o no sirve para regular los medios de comunicación en tiempos de democracia. Y en ese sentido no tengo ninguna duda que estábamos en deuda con ese debate. El debate finalmente se dio y a partir de ahí yo tengo objeciones conceptuales y formales a la ley que se aprobó. Conceptuales, porque deja bastante margen para el control de medios por parte del poder político. En lo formal, no se puede declamar que una ley es de todos, cuando claramente es una ley donde hay un vencedor y vencidos. Las leyes de todos son consensuadas y acordadas entre todos, esta ley no lo fue. Fue una batalla entre Néstor Kirchner y el Grupo Clarín.

¿Habrá cambios en medios como Cadena 3 a partir de esta nueva ley?

Falta mucho. Va a haber objeciones formales. Todavía no está muy claro cuál va a ser el impacto real. Lo que sí sé es cuál es la intención real, la intención detrás de un buen debate es muy mezquina, es tener el control de los medios. Es el sueño de todos los gobernantes, no sólo de Néstor Kirchner.

Primero la familia, segundo la familia

A pesar del éxito en el mundo del periodismo y desestimando numerosas ofertas para trabajar en otros lares, Miguel Clariá nunca negoció lo que le produce más satisfacción: su núcleo familiar.

¿Cómo fue el acompañamiento de la familia en estos años?

Fue fantástico, la familia acompañó con mucha naturalidad. En algunos momentos les habrá molestado la sobreexposición, que yo no la disfruto. Sobre todo cuando son chicos y se dan cuenta que al papá lo conocen, pero no terminan de entender por qué se lo quitan.

¿Algún hijo continuó con el periodismo?

Afortunadamente no. Uno es médico, otro es arquitecto y los otros dos son diseñadores, uno gráfico y el otro industrial.

¿Luego de Cadena 3 y Canal 8, cómo se divide el resto de su tiempo?

La preproducción es todo el día. Generalmente corto al mediodía y me guardo una hora y media para mí. Leo todo lo que puedo por placer y me impongo tener actividad física y al aire libre. Antes hacía fútbol, luego tenis y ahora juego al golf.

¿Nunca pensó en trasladarse a Buenos Aires?

Tuve varias oportunidades de trabajar en Buenos Aires y muy buenas. Pero yo tengo toda mi familia acá. Quizás hubiera ganado más exposición mediática y plata, pero perdía lo que más valoro, que es llegar todos los días a mi casa. No era buen negocio.

El reloj marca las 9:15. Miguel Clariá se levanta de repente. En escasos minutos saldrá al aire para todo el país con ‘La mesa de Café’, que comparte diariamente con Mario Pereyra en Cadena 3.

Desde otra mesa de café, en un bar céntrico, nosotros sentimos el placer de haber navegado las caudalosas aguas de la historia de un personaje que forma parte de la identidad de Córdoba.