Por Marcos Calligaris

“Pasan los años, pasan los gobiernos,
los radicales y los peronistas,
pasan veranos, pasan inviernos,
quedan los artistas.
Pasan las crisis y pasan las guerras,
pasa la prensa sensacionalista,
las prohibiciones, las listas negras,
quedan los artistas (…)”
Todo pasa. Su canción juega un flipper en mi cabeza mientras repaso su historia entre la historia y busco su humanidad entre el gentío.
Lo encuentro. A la hora pactada, en el lugar establecido horas antes. Suspiro, su canción cobra más sentido cuando lo veo. Es uno más entre los comensales del Howard Johnson de Córdoba, pero no para la historia del humor argentino.

Enrique Ricardo Pinti me aguarda, brazos cruzados, camisa a cuadros, sonrisa perenne, mirada cansina.

Respira calmo. No se parece al que minutos más tarde me ametrallará a palabras. Palabras enmarañadas pero cargadas de sentido.

Nos miramos. El silencio parece disfrutar jocoso su último instante de vida. Y el apretón de manos oficia de botón que enciende esta veloz máquina discursiva, que una vez en marcha parece imposible de detener.

“Cursé-tres-años-del-profesorado-de-literatura-castellano-y-latín-y-lo-dejé-cuando-sólo-me-faltaba-uno-para-recibirme-porque-me-metí-en-el-teatro-profesionalmente. –En-aquel-entonces-compartía-el-estudio-y-la-práctica-del-teatro.-Entre-el-’69- y-el-‘71 –me-comenzaron-a-convocar-como- autor-pero-a-partir- del-’73-ya-me-dediqué-definitivamente-al-humor”.

Recibo la descarga de su primera ráfaga discursiva y caigo en la cuenta de que no habrá tiempo para formalismos de presentación. La entrevista ya empezó. Su historia como humorista, actor y dramaturgo se irá develando fiel a su estilo.

En el ‘73 ya era oficialmente humorista, pero todavía no en televisión…

No, entre el ‘73 y el ‘79 me concentré como actor de teatro, como humorista de café concert, de lunes a viernes, aunque de vez en cuando me ofrecían algún laburito como autor para canal 13, para Osvaldo Miranda en Casino, o me pedían guiones para Andrés Percivale, o Bergara Leumann en ‘La Botica del Ángel’.

¿A partir de esa concentración en el teatro es como nace ‘Pan y Circo’?

Exacto. En 1982 estreno ‘Pan y Circo’, que fue mi primer espectáculo grande. El director era Antonio Gasalla y yo hacía el libreto y actuaba junto a un gran elenco.

En ese momento empecé a tener una figuración más estable y me propuse hacer, trece años más tarde, Salsa Criolla, que duró diez años en cartel.

En esa década de éxito que tuvo Salsa Criolla, ¿no desarrolló otras actividades?

No, no tenía ninguna necesidad, ni artísticamente, ni económicamente, ni emocionalmente.

Sin embargo en ese período comienzan a figurar algunas de sus películas…Sí, del ’85 al ’94, mientras seguía haciendo ‘Salsa Criolla’ se filtraron algunas como ‘Esperando la carroza’, ‘Flop’, ‘Tanguera’ y ‘Perdido por perdido’. Para esas cosas me daba permiso, siempre fui una persona muy activa. Puedo escribir y actuar, pero siempre he tratado de hacer las cosas de a una, aunque muchas veces no se puede.

Pero ahora está nuevamente en teatro con ‘Antes de Que Me Olvide’, en cine con ‘Cruzadas’, en TN con ‘Luz, cámara, Pinti’…

Sí, pasa que estas propuestas son muy interesantes y no pude decirles que no.

¿Nunca se saturó de trabajo?

Sí, una vez dije nunca más, nunca más. Resulta que en el ’92, me ofrecieron hacer un micro para Radio Mitre; ‘Pinti y los pingüinos’ en canal 9, y al mismo tiempo hacía ‘Salsa Criolla’. Tenía todos los días ocupados. Me estallaba la cabeza.

“Campanella, Burman y Duprat no me llaman”

El trabajo en cine de de Enrique Pinti incluye una veintena de películas, a las cuáles él mismo divide entre ‘proyectazos’ y ‘fiascos’. Y pese a considerarse primordialmente actor de teatro, admite que le gustaría tener una carrera cinematográfica más consistente.

¿Le gusta ver cine desde el análisis o vivirlo como actor?

Lo que me interesa es actuar, lo que pasa es que no he tenido mucha suerte en el cine.

Me han llamado muy espaciadamente. Las más representativas fueron ‘Esperando la carroza’, ‘Flop’, ‘Tanguera’, ‘Perdido por perdido’, ‘Secretos compartidos’ y ‘Tango’. Son las que yo defino como proyectazos. Las demás películas que hice son olvidables, no malas, pero han sido un fiasco taquilleramente hablando.

Yo quisiera que me convoquen (Juan José) Campanella, (Daniel) Burman, o (Gastón) Duprat, pero no me llaman, entonces agarro lo que hay. Me gustaría mucho tener una carrera cinematográfica más consistente.

¿Y por qué piensa que no lo llaman?

Según ellos tengo una personalidad muy fuerte que se impone al personaje. Tienen miedo a que el personaje no me salga. El que vea ‘Perdido por perdido’ o ‘Secretos compartidos’, sabe que eso es una mentira grande como una casa.

¿Cree que la crítica ha sido demasiado dura con ‘Cruzadas’, el último film en que participó?

Directamente la película fue lapidada por la crítica, declarada como una de las peores del cine argentino. El único talento que le vieron a Diego Rafecas fue el de convencer a Nacha Guevara, a Moria Casán y a mí para que hagamos un papel. De mí dijeron que estaba apenas maquillado, cuando tenía un maquillaje fantástico que demandaba tres horas de trabajo. También dijeron que no podía hacer el papel de padre de Moria y Nacha, lo que es una pelotudez más grande que una casa. Claro que no puedo ser el padre de gente que tiene casi mi edad, pero hay que creer en la ficción. Cuando no quieren una película, te dicen cosas como esas.

¿Escuchó hablar del cine cordobés? No podría incluir esta nueva ola dentro de los tópicos de ‘Luz, cámara, Pinti’?

Sé que hay una movida ahora, escuché hablar del fenómeno, como también sé que está pasando algo similar en Rosario. Yo hice una serie con trece temáticas para TN. Quedan muchos tópicos para abordar, pero para hablar de lo que me planteás, hay que hacerlo conociendo el fenómeno. Me parece más para un especialista en cine que para un actor como yo, que se mete a presentar.

El mundo, los argentinos y los artistas

Además del teatro, Pinti ha escrito varios libros donde describe minuciosamente ‘la vieja y peluda historia argentina’. El humorista ha legado un meticuloso trabajo donde pinta a ‘Los argentinos de la A a la Z’, ha intentado contestar ‘Cómo somos los argentinos’, ha pedido encarecidamente ‘Que nadie se vaya sin devolver la guita’ y finalmente se propuso llamar ‘Las cosas por su nombre’.

Si ya nos describió tanto en sus libros, ¿por qué hacerlo una vez más en teatro?

Yo lo siento como una necesidad personal más que como una predicación para salvar el mundo.

Lo bueno que tiene el libro es que queda para siempre, más allá de que la gente lea cada vez menos. En teatro, el mensaje entra y sale, pero la gracia está en el impacto que produce lo oral.

¿Ha podido observar nuevas características en el ser argentino de los últimos tiempos?

En los últimos diez años vengo observando que el mundo no está caminando bien. Yo era de los que pensaba que había un mundo organizado y nosotros, y ahora no. Quizás fue siempre así, sólo que nuestra ceguera de pequeña aldea nos ha hecho creer que los demás tienen la fórmula del éxito, del orden, de la disciplina.

¿Viviría en otro país?

Si no tengo más remedio y se arma un quilombo grande, podría vivir en Madrid o en Barcelona. Me gustan otros lugares como Londres, pero si bien domino un poco el inglés (y el francés), sólo iría a un lugar donde se hable español. Nueva York, también me gusta, pero necesitaría papeles.

Ser artista reconocido no le facilita las cosas para trabajar en cualquier país…

No, yo no tengo otros papeles que los argentinos, ya que mi abuelo -un pelotudo- se nacionalizó argentino porque se enamoró del país. De la misma manera que nos enamoramos nosotros de Europa, en una época los europeos se enamoraban de este lugar.

¿Sigue sosteniendo que todo pasa y ‘quedan los artistas’?

Es evidente que sí. La obra de los creadores queda siempre. No hay nada que hacer, se va a caer la Argentina y Borges va a quedar, Lugones va a quedar, Fader va a quedar. Todos los que escribieron, los que pintaron, los que hicieron algo, van a quedar. El artista trata de perpetuar las cosas y finalmente quedan, pero también van a quedar las malas acciones de los políticos, porque son creaciones, creaciones malas.

¿Cree que en Argentina hay confusión acerca de lo que entendemos hoy por artista?

Hay que diferenciar. Cuando yo era chico era artista cualquiera, el que laburaba en el circo, en la radio, en el teatro. A partir de los ’60, se comenzó a decir que un artista es el creador, el que crea un estilo, el que es inimitable (un director, un escritor). Luego están los artesanos (los actores), que son los que hacen el oficio, y finalmente las estrellas, las personalidades. A veces una personalidad puede hacer algo artístico o artesanal impecable y se vuelve artista. Es difícil diferenciarlos, pero lo que sí somos todos, es gente del espectáculo.

Lo que me da rabia es cuando aparece gente que no tiene ninguna vocación, ni siquiera la vocación de triunfar, sino que quieren trascender buscando un marido futbolista, empresario, lo que sea.

¿Dónde ubicaría a Ricardo Fort en ese esquema?

Fort sí tiene vocación, lo que pasa es que no sabe lo que es el trabajo. La vanidad, el egocentrismo y el esnobismo de decir “yo tengo plata y hago lo que quiero”, lo superan. Aprendió a cantar, aprendió a moverse, pero creó una especie de megalomanía, de personaje raro. No tiene norte.

En la actualidad el humor político se desarrolla en programas que recopilan lo que sucede en la arena política y lo que replican otros programas. Con su manera de hacer humor, ¿se considera una especie en extinción?

No, los humoristas nunca vamos a ser una especie en extinción, siempre va a surgir otra gente. Sucede que tarda mucho en renovarse la generación.

El humor político como lo hace usted o Les Luthiers, ¿todavía vende?

A nosotros nos va muy bien en el teatro. Tanto Les Luthiers como yo, llenamos las salas. Ese es nuestro fuerte.

Con qué se queda, ¿teatro, televisión o cine?

El teatro es lo que más me gusta. El teatro no engaña. Una vez que empieza el espectáculo sabés cuánta gente hay, sabés que empieza y termina, que la gente que viene no es el rating. Por otro lado, el teatro te exige un estado físico de la puta madre.

¿Se imaginó alguna vez haciendo otra cosa?

Quizás en algún momento cuando estaba estudiando el profesorado, pensé que si no andaba bien en el teatro, podía dar clases. Pero nunca me vi en otro lado.

Al pan, pan

Las malas palabras son recurrentes en los monólogos de Pinti. Él se encargó de defenderlas desde los albores de su carrera. Hoy hasta la Academia Argentina de Letras le da la razón.

¿Coincide con Fontanarrosa cuando advirtió ante los Reyes de España, que hay palabras, de las denominadas malas, “que son irremplazables por sonoridad, fuerza y contextura física”?

Estoy totalmente de acuerdo, lo vengo defendiendo desde 1973, cuando empecé a hacer mis propios espectáculos y no se usaba putear y hasta te podían cerrar el teatro por hacerlo.

A mí me importaba un corno, siempre lo hice porque para mí tienen un peso específico especial.

Consideré que aunque pudieran joderle a un montón de gente, yo las decía bien. Y con el tiempo, mucha gente reacia a las malas palabras me lo tuvo que reconocer.

Según el presidente de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, el problema del lenguaje en Argentina “no son las malas palabras” sino la “drástica reducción del uso del vocabulario”. La Academia denunció que hace una década los jóvenes argentinos utilizaban un promedio de 1200 palabras, pero hoy esa cifra es sólo de 600.

¿Ve esto como un apocalipsis lingüístico, o como optimización del lenguaje?

Sí, eso es lo grave, yo lo digo en el espectáculo. Estamos ante una renuncia a la riqueza del idioma. Las palabras pueden pasar de moda, pero no tienen que desaparecer.

No puede ser que cuando uno dice ‘estirpe’, la gente no sepa lo que es. Un amigo mío es profesor de historia y me contó que en una clase les pidió a los alumnos que buscaran datos sobre Napoleón en google. Resulta que uno de ellos le comentó lo que encontró: Napoleón era un militar francés negro, porque en google decía ‘de oscura estirpe’.

No puede ser que uno diga “una obra de envergadura” y crean que se trate de una pija parada.

Hoy utilizan diez palabras, cuatro son en inglés mal pronunciado y seis son dunga dunga. Es aterrador. Creo que el achicamiento del lenguaje no es optimización, es una ignorancia total por falta de lectura. Al no leer, tampoco saben escribir.

Yo estudié mucho, tengo un léxico muy rico, pero en un principio, como no conocían mis antecedentes, me decían que era una boca sucia cualquiera.

En 2001 se dirigió a los políticos con una buena sarta de malas palabras…

Ese es otro ejemplo que doy en mi show, cuando en aquel entonces le dije a la clase política: “váyanse todos a la recalcada concha de la reputísima madre que los recontraremil re parió, abortos políticos salidos antes de tiempo de la concha inmunda y pululesca de su reputa madre quinielera”. Siempre digo que eso es Shakespeare al lado de “boludo, boludo, boludo, boludo, boludo, boludo, boludo, ta bueno, ta malo, ta bueno, ta malo”.

A ese insulto lo saqué de Ricardo III, en la versión de cine de Laurence Olivier. Hay un momento en que la Reina Madre, cuando él ya mató a varios para llegar al poder, le dice “eres un aborto salido antes de tiempo del vientre de tu madre”. Yo le agregué todas las puteadas.

Hace unos días Vargas Llosa consideró que los jóvenes que chatean ‘piensan ‘como un mono’. ¿Está de acuerdo?

Tal cual. Tengo amigos boludos cincuentones -por eso no se los perdono- , que se han olvidado cómo se escribe. Ponen ‘hombre’ sin ‘h’.

¿Usted no chatea?

No, nunca aprendí, nunca me interesó, prefiero hablar por teléfono.

“Hay una sociedad muy caníbal”

Humor y política es el cóctel que sirve Enrique Pinti en sus monólogos desopilantes, soliloquios que no dejan de pintar la historia argentina de manera cruda y realista.
Redactó un testamento, en el que dejó ‘obsequios’ para actores cruciales de la historia argentina como ‘los conservadores aristocráticos’, ‘los correligionarios radicales’, los ‘distinguidos camaradas de la izquierda’, ‘los compañeros peronistas’, ‘los milicos’ y ‘los curas’.

¿No se olvidó de dejar algunos bienes para los periodistas y los empresarios?

A eso lo escribí para ‘Pinti canta las 40’ en 1998, cuando el periodismo no estaba tan sangriento, ahora sí les diría que se acuerden que el periodismo es otra cosa. Debería reformularlo.

En cuanto a los empresarios, principalmente los banqueros, han sido siempre impiadosos. Puede ser que algún banquero sea bueno con su nieta, pero en general, con el supuesto cliente, son de una asquerosidad total, acá y en todo el mundo.

Pienso que hay una sociedad muy caníbal que viene desde hace mucho, desde los griegos con la guerra de Troya, desde antes incluso. Se degüella y se quema gente por el poder nomás. Ahora, con los medios de comunicación, se nota mucho más.

Fijate lo que sucede con el poder corporativo de algunos sindicatos extorsionadores que dan miedo, que han llegado ahí porque los han dejado llegar. Acá nadie es santo, todo el mundo tiene muertos en el placard, acá y en todos lados.

Si usted fuera médico y entra en su consultorio la Argentina para hacerse un chequeo. ¿Qué le diagnosticaría?

Hace mucho que vengo diagnosticando desde afuera, desde un lugar muy cómodo. Pero le pediría sensatez, no ultra dramatizar, no sobreactuar, ni para bien, ni para mal las cosas. Falta coherencia. La política exige estrategias y las estrategias, muchas veces son contradictorias entre sí.

¿Eso resume los cambios de rumbos de nuestra historia política?

Claro, si hubiera sensatez no hubieran ocurrido ni la mitad de las cosas. Una cosa lleva a la otra. En Argentina el radicalismo se puso bravo allá por 1890, como respuesta a la enorme desigualdad en un país riquísimo. Luego los conservadores, que eran tan hijos de puta, tan aristocráticos, avanzaron sobre los radicales en el ’30, haciendo esa ‘Década Infame ‘, en la que si no hubieran hecho todas esas barbaridades, no habría aparecido un Perón, -de quien se quejan ahora los conservadores-, sino una persona equilibrada que hubiera dicho “bueno, ahora todo esto que hay, hay que repartirlo mejor y nada más”. Y luego, si el peronismo no se hubiera zarpado tanto, tampoco hubiera venido la ‘Revolución Libertadora’ como vino. De esa manera fuimos llegando por malos comportamientos o malas estrategias, al perpetuo enfrentamiento en el que la dictadura del ‘76 terminó siendo el aborto más grande de la naturaleza. Muchos países pasaron por lo mismo

Teniendo en cuenta esa visión, ¿puede imaginar hacia dónde vamos?

No, es imprevisible. Cuando uno ve los hechos cincuenta años más tarde, dice “¿cómo no se dieron cuenta que iba a pasar eso?”. Al tener información histórica, uno puede pensar que tal cosa puede terminar como tal otra, pero la historia siempre te da sorpresas, buenas y malas.

¿Y puntualmente con respecto a las próximas presidenciales?

Si no terminan con esa grave guerrilla que tienen entre unos y otros, puede llegar a ocurrir una grave escisión y aunque Cristina consiga la reelección, le pueden poner a putas el gobierno y se arma un quilombo de la puta madre.

Si se llega a un acuerdo, puede ser todo más tranquilo, pero andá a saber las consecuencias, ya que se van a manejar entre cuatro o cinco señores y nada más.

Prefiero que nos peleemos entre todos, que haya veinticinco piquetes, pero que no vuelva nunca más un golpe. Que no activen a las fuerzas reaccionarias, que ya pasó mucho tiempo y hay una nueva generación de milicos, que en vez de educarse en el respeto por la democracia, se educan en la bronca contra la democracia, y pueden aprovecharse de ciertas fracciones del pueblo, como la clase media y media-baja, que están hartos de los robos, de los secuestros, y que digan: “sí, que vengan los militares”. Eso es lo peor que puede pasar.

Escuché que pateó sus memorias para los 80…Sí, había dicho que las iba a escribir a los 74, pero ya estoy muy cerca de esa edad. Todavía no lo voy a hacer.

Nos miramos. El tiempo corrió deprisa, a él lo aguarda un teatro repleto. El silencio resurge de sus cenizas y el apretón de manos se disfraza de punto final.

(…) Y ustedes al venir me dan más fuerza,
no habrá fantasma que se nos resista,
ni crisis que nuestra senda tuerza,
mientras ustedes cuiden a sus artistas.
Todo pasa. Su canción vuelve a jugar un flipper en mi cabeza mientras dejo atrás el hotel. Giro para verlo nuevamente y su silla está vacía. Pienso que Pinti tiene razón, pase lo que pase, quedan los artistas.

Ping Pong

Una película: Cantando bajo la lluvia.

Un político: Alfredo Palacios.

Un discurso político: El de José Mujica, desde la austeridad, la honestidad, sin faroleo.

Un actor de teatro: Laurence Olivier

Un actor de cine: Marcello Mastroianni

Una bebida: Agua con gas

Una comida: Pizza

Un país: Argentina

Una ciudad: Buenos Aires

Un libro: El Quijote

Un escritor: Mario Benedetti

Un cantante: Frank Sinatra

Una canción: La maza, de Silvio Rodríguez

Un disco: El último concierto de Edith Piaf

Un humorista: Roberto Fontanarrosa

Un pintor: Renoir