Entrevista a Lalo Freyre, periodista,  cultor de la enología
Por Marcos Calligaris

Eduardo Lalo Freyre es, junto a Jorge Cuadrado, uno de los conductores de Telenoche, el exitoso noticiero que se emite por canal 12. También se encarga de animar la “primera mañana” de la radio en Mitre 810 junto a Jorge Martínez en “Aquí Petete”.
Sin embargo las actividades de este reconocido periodista no terminan ahí. Amante de la enología, desde hace años Lalo viene perfilándose como promotor de la cultura del vino en Córdoba. En algún momento que le deja su cargada labor periodística, Freyre se pone al frente de Dvino, un reducto único en su tipo que suma una distribuidora, una vinoteca y un bar de vinos donde se realizan muchos de los eventos que esta bebida convoca en la provincia mediterránea.
La pasión por el vino no la heredó, fueron sus años de estudiante universitario, los viajes, y “los últimos años de la bohemia periodística” de Córdoba, hechos que lo acercaron a este mundo. “Hicimos muchos cursos, nuestro fuerte es la representación, hacemos dos ferias del vino al año, un salón del vino –que es más diverso en bodegas- y una feria de vinos de alta gama”, comienza despachándose el periodista.
Copa de vino de por medio, y con un lenguaje propio de un enólogo de toda la vida, Lalo Freyre nos cuenta acerca de su pasión y de la explosión del vino en nuestro país.

El boom del vino en Argentina es relativamente reciente…

Convengamos que Argentina comienza a ponerse interesante para los curiosos del vino a partir de la segunda mitad de la década del ’80, y creo que el fenómeno termina de explotar con la apertura de la economía, eso ya más sobre los ’90. Antes había un puñado de marcas famosas y eso se fue abriendo. Luego de Mendoza, que era lo tradicional, se le empieza a sumar Salta y comienzan a aparecer los vinos de la Patagonia, también se animan los sanjuaninos, catamarqueños y los riojanos. Hoy te diría que hasta en La Pampa hay viñedos.

¿Cómo nace el desarrollo de la vid en Argentina?

El primer desarrollo importante evidentemente lo traen los jesuitas en la zona de Colonia Caroya, en esa Estancia. Allí empiezan a cultivar la vid con la que se hacía el famoso ‘Lagrimilla’, que es el vino que terminan llevando después a España y que actualmente siguen cultivando los propietarios de La Caroyense.
Luego también tiene un fuerte impulso esta actividad en nuestro país con Sarmiento, quien trae de Chile los primero maestros, agricultores, que empiezan a enseñar y a difundir el cultivo de la vid.
Argentina tiene entonces un desarrollo de mucho tiempo, en diferentes etapas, hasta que hoy estamos exportando vino y haciéndonos muy conocidos en el mundo por los Malbec que hacemos.

¿Por qué el Malbec era considerado un vino malo en otras tierras?

En francés, la palabra Malbec significa “mal pico”, era un vino que se usaba para cortar, para ponerle color a otros y cuando lo trajeron aquí se adaptó maravillosamente bien. De cualquier manera hoy se cultiva Malbec en otros países y son vinos aceptables, quizás no tienen la expresividad que tienen aquí, pero nadie hace vinos malos.

¿Un buen vino sigue dependiendo de la calidad del terroir?

Cuando uno habla del terroir, habla del suelo, del clima, de todo el conjunto de aspectos que intervienen en un ambiente, incluido el humano. Hoy, con todo el aporte de la tecnología, el riego y en algunos casos el tratamiento de la viña, se hacen vinos en muchos lugares. En Córdoba hay en este momento un viñedo en producción en Atos Pampa, a 1200 metros sobre el nivel del mar, con un régimen de lluvias completamente diferente al de Mendoza, más parecido al de Francia. En La Cumbrecita hay otro viñedo, tenés gente que cultiva en Ischilín, gente que hace vino en Deán Funes.

 

Apasionado por elección

Si bien hoy está totalmente compenetrado en el mundo del vino, Lalo Freyre no viene de una cuna de enólogos. Distintas circunstancias fueron conduciéndolo hasta su presente.

¿Cuál es tu relación personal con el vino? ¿Es herencia o elección?

No es heredado. Mi papá tenía un negocio de ramos generales, se dedicaba más a la venta de varillas, postes, alambres, tornillos, etc.
Siempre asocio (la elección) a dos aspectos. El primero, a la vida social universitaria, de conocer gente y juntarse a pasar buenos momentos. Luego, cuando empecé a trabajar en periodismo, a fines de la década del ‘70, todavía existía algo, la última época de la bohemia periodística. Había momentos luego de trabajar para juntarse a tomar una copa. Otro factor tiene que ver con la curiosidad por viajar, es inevitable que cuando vas a un lugar nuevo quieras probar los gustos y costumbres de cada lugar.

Dicen que las pasiones son difíciles de explicar. ¿Podrías explicar qué es lo que más te atrapa del vino?

Lo maravilloso del vino es, tomar un Malbec 2007 y descubrir que pasa por la boca y la boca queda limpia y produce una sensación agradable. Eso, en muy pocas partes del mundo se consigue. En Francia, nunca podrías tomar un vino cosecha 2007, los vinos se hacen de otra manera, para ser guardados, para que evolucionen y poder ser destapados quizás en los 4 ó 5 años siguientes.

¿A qué se debe que los vinos locales pueden disfrutarse tan tempranamente?

Se debe a las características del terruño. Aquí tenés que un fruto, el grano de uva, madura en unas determinadas condiciones, con un sol que en el día le da 30 grados aproximadamente y en las noches la temperatura puede bajar quizás a 10 grados. Esa amplitud térmica que va experimentando el grano, lleva a que todos los polifenoles, los azúcares, toda esa materia que extrae el enólogo cuando empieza a cosechar, hagan que ese producto sea fácilmente degustable en poco tiempo.

¿Hay un vino superior?

Si, uno podría hacer un cuadro de honor de los vinos argentinos. Diría que hay vinos emblemáticos y tiene que ver con la calidad del vino, no tanto con el precio, y con la opinión que despiertan en la gente. El primer vino en obtener una medalla de oro en el exterior fue el Nacari Torrontés, botella esmerilada, de La Rioja a principios de los ’80. El primer gran vino de guarda que se hizo, emblemático, fue el Malbec Estrella 1977 de Cavas de Weinert, que lo hizo un grande llamado Don Raúl de la Mota, quien vive actualmente y vendría a ser el padre de la enología moderna en Argentina. Luego hubo vinos famosos que empezaron a ser rodeados de otros de excelente calidad y la gente pudo compararlos. Hoy se pueden comparar un Catena Zapata, un Enzo Bianchi, o un Felipe Rutini, con vinos de la talla de Finca Los Nobles de Luigi Bosca, o Linda Flor, de Michel Rolland.

¿La relación de precios entre de estos vinos es importante?

Ahí ya estamos hablando de vinos que cuestan por encima de los 300 ó 400 pesos la botella y vos podés compararlos con vinos de 100 pesos. La gente hace ese razonamiento, “si este que tomé de 100 pesos me gustó tanto, y el que tomé de 400 me gustó también, me compro cuatro botellas del más económico”.

¿A la hora de tomar un vino nuevo, cuál es tu recomendación?

En mi caso, soy una persona que recomienda siempre tomar vinos rosados del año. No hay una cosa más placentera para cualquier paladar. Si vas a recibir a alguien, hacele probar una copa de vino rosado del año. Si le gustó, es probable que acompañe la comida con ese. Si el que recibís en casa es un entendido, quizás esté esperando una sorpresa para después.
Los vinos blancos, también tienen que ser del año, frescos.

¿Y qué sucede con ese viejo concepto de que cuando más añejo el vino, mejor?

En el caso de los tintos, se aplica esa recomendación. Pero a la persona que recién comienza en el mundo de los vinos, no se le puede decir “comprá la cosecha 2007 de este vino  y guardalo durante 5 años”, el tipo te va a decir “pará, recién empiezo, quiero aprender”.

¿Qué significado tiene abrir un vino que guardaste durante muchos años?

Por ahí abrimos un vino que tiene 12 ó 13 años y la verdad que es un momento memorable. En ese instante uno dice “¿cómo puede ser que esto esté vivo todavía?”. No te acordás ya dónde lo compraste, a cuánto lo pagaste. Todavía tiene vida y aromas increíbles.
Cuando uno toma vinos jóvenes, está imaginándose frutas, flores, pasas de uvas, compotas. Pero cuando uno toma vinos de guarda, el mismo vino quizás, pero que se ha evolucionado, uno ya tiene cosas indescifrables, hay notas que uno no las puede transcribir, bajarlas al papel. Solamente están ahí, en la sensación que producen.

¿Cambia algo entre las personas al momento de compartir una copa?

Lo que advierto con el momento que se genera en torno a una copa de vino, es que de pronto la relación humana es diferente, como que las barreras se levantan. No me preguntes por qué. Supongo que es como quien va a un recital y se encuentra con alguien que nunca se imaginó ver ahí y empieza a hablar de la banda, y se empiezan a enrollar con eso, me parece que es lo mismo. Compartimos esta pasión, este gusto y dejamos de lado si venimos de la industria, de la empresa, del campo o del gobierno.

 

Actividades paralelas

¿Es posible abstraerse del vértigo de mundo del periodismo para darle lugar a una actividad completamente distinta y no morir en el intento? Lalo Freyre lo ve como cuestiones complementarias.

¿Cómo te repartís el día?

Me levanto minutos antes de las 5 de la mañana, desayuno y leo el diario completo, y un rato antes de las 6 ya estoy en la radio. Trabajo hasta un poco después del mediodía, almuerzo, trato de hacer una siesta corta y cuando no tengo otros compromisos trato de correr un poco en el Parque de las Naciones. Luego a la tarde me doy una vuelta por el negocio. Afortunadamente tenemos un equipo joven que nos sigue casi desde el comienzo y han aprendido a cuidarnos las espaldas. Ya después de eso, me voy a para el Canal 12 para hacer Telenoche.

¿Creés que esta faceta de tu vida pueda llegar a contraponerse con tu actividad como periodista?

Mirá, yo trato de ir sobrio todas las noches al noticiero, lo cual me cuesta mucho… (Risas)
Trato siempre de no mezclar. El periodismo exige un grado de esfuerzo físico y mental de tiempo completo. Probablemente le dedico un 70 por ciento de mi tiempo al periodismo y el resto a lo otro. Lo que pasa es que la imagen pública, este don de la comunicación es lo que a lo mejor hace parecer esta historia del vino como rutilante y estelar. Es una facilidad que tiene uno de agregarle la técnica de la comunicación a algo tan atrapante como lo es el vino. Pero detrás de eso hay un empresario, y cualquier empresario que entrevistés te va a decir que no es una tarea sencilla hacer funcionar una empresa.

¿Qué otra cosa te apasiona como los vinos?

Me gusta mucho viajar, es una posibilidad hermosa de aprender desde todo punto de vista.

¿Hasta dónde puede dar esta actividad?

Probablemente algún día tengamos que desarrollar la venta a través del e-commerce. Es un proyecto que siempre tuvimos ahí, pendiente.

La marca ‘Lalo Freyre’, ¿para cuándo?

Me cuesta pensarlo como nombre propio. Por lo pronto me gusta más ayudar a alguien que quiera iniciar un emprendimiento y darle el aporte humilde de los conocimientos que tenemos.

Ping Pong de vinos según la ocasión

Para todos los días: Alta Vista Malbec Premium
Para el sábado al mediodía, picada de por medio: Jean Rivier Malbec Rose
Para acompañar una Bagna Cauda: Tocai Barrica
Para divagar sobre la existencia humana: Clos de los Siete, de Michel Rolland.
Para llevarle a un amigo que te invita a comer pastas y carnes: Punto Final Malbec.
Para un asado masivo con los compañeros de a secundaria: La Chamiza Polo Amateur.
Para un asado entre dos parejas: Me animo a empezar con algo más elemental para después agregar otros de mayor nivel, así salen hablando más del vino que de la comida.
Un Cabernet: Carmelo Patti.
Un vino memorable: Almaviva, de Concha y Toro, y el Alta Vista “Alto” Malbec.
Un vino que va a dar que hablar: Cuvelier Los Andes.