Por Marcos Calligaris

El burlador de Sevilla y convidado de piedra es una obra de teatro, la primera que recogió el mito de Don Juan Tenorio, el personaje más universal del teatro español.

En la misma, Chris Loew-Blosser se encarga de personificar una leyenda sevillana que inspiró a Molière, Lorenzo da Ponte (autor del libreto de Don Giovanni de Mozart), Azorín, Marañón, Lord Byron, Pushkin y Zorrilla, entre otros exponentes –por qué no, de nuestra política nacional- .

Este personaje legendario es Don Juan Tenorio, un libertino que cree en la justicia divina (“no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague”) pero que confía en que podrá arrepentirse y ser perdonado antes de comparecer ante Dios (¡Qué largo me lo fiáis!, afirma cada vez que es advertido sobre sus actos).

Mientras tanto Don Juan se encarga de seducir a cuanta mujer conoce, burlando a maridos por doquier, haciéndose pasar por duque, destruyendo alianzas, subyugando valores.

Acorralado y perseguido por maridos furibundos que burlados buscan venganza, Don Juan Tenorio debe ir por nuevos destinos permanentemente, abandonando su tierra natal hasta que un día decide regresar a Sevilla para gozar de “la más bella sevillana”, Ana de Ulloa. Para su desgracia es descubierto por el padre de ésta, Don Gonzalo de Ulloa, se enfrentan en un combate en el que Don Juan mata a Don Gonzalo y el burlador debe huir una vez más, esta vez en dirección a Lebrija, donde seguirá saciando su promiscua sed.

Pero el retorno es siempre una necesidad.

Un día Don Juan decide regresar a Sevilla donde se encuentra con la tumba de Don Gonzalo y se burla del difunto, invitándolo a cenar. Sin embargo, la estatua de éste llega a la cita (sí, un convidado de piedra) cuando realmente nadie esperaba que un alma fuera hacer cosa semejante.

Luego, el mismo Don Gonzalo invita a Don Juan a cenar a su capilla. Allí el Convidado, Don Gonzalo de Ulloa se venga y lo mata sin darle tiempo para el perdón de los pecados de su famosa frase “Tan largo me lo fiáis”.

 

La leyenda kirchnerista

Desde su ascensión al poder presidencial en 2003, con una estructura partidaria incipiente y fragmentada, Néstor Kirchner ha optado por cimentar su poder político a través de la cooptación de dirigentes, claro está, desde la comodidad que brinda estar sentado sobre la caja del Ejecutivo.

Así, con la subordinación maquillada con el eufemismo de la transversalidad primero y remozada como la Concertación Plural después, el ex presidente fue agrupando a una tropa de menesterosos gobernadores e intendentes a lo largo de todo el territorio nacional.

Probablemente el punto álgido de esta forma de hacer política fue aquel día que con Cristina Fernández decidieron cerrar la fórmula presidencial junto a Julio Cobos. ¿Qué mejor que un gobernador radical K para adornar la decorativa figura vicepresidencial?

Pasaron las elecciones de 2007 y -enroque presidencial de por medio- el gobierno matrimonial no dejó de operar, billetera mediante, cooptando a cuanto dirigente esté necesitado imperiosamente de la ayuda económica del Estado para garantizar la gobernabilidad de las empobrecidas provincias.

¿Cintura política o suicidio institucional? La historia lo juzgará.

Lo cierto es que el gobierno kirchnerista juega con fuego al relacionarse sólo con dirigentes atraídos por la imperiosa necesidad de subsistir.

Un gobierno se hace fuerte cuando cuenta con aliados unidos por ideales, por valores. Estos son los que apoyan una gestión en las buenas y en las malas, convencidos de estar encaminados tras un objetivo compartido.

Kirchner no construye políticamente con ideas, su fortaleza reside en la bonanza económica del Estado. Si este no goza de buena salud, el gobierno está en problemas y los aliados dejan de serlo.

La primera gran advertencia para el gobierno de los Kirchner fue aquella victoria pírrica obtenida en la Cámara baja del Congreso.

El triunfo del oficialismo en Diputados, que aprobó por sólo 7 votos de diferencia y dio media sanción a la famosa 125/8, recuerda a Pirro de Epiro, aquel General helénico, uno de los grandes rivales de la República Romana en su expansión, quien habiendo ganado una dura batalla igual sufrió una importante baja en su ejército. “Otra victoria como ésta y estaré vencido!”, fue la frase que eternizó el general.

Al igual que Pirro de Epiro, el matrimonio presidencial sabía que la batalla en el Senado no iba a ser fácil, lo que nunca debió haber imaginado es que aquel histórico empate iba concluir con voto “no positivo” sentenciado por el mismísimo vicepresidente, el convidado de piedra.

La presidenta de la Nación y Néstor Kirchner se olvidaron que muchos de los que hoy integran la Concertación lo hacen por necesidad netamente económica, una necesidad maniquea que el mismo gobierno generó, avasallando las estructuras partidarias, ninguneando valores políticos.

Sin embargo sólo ha sabido generar alianzas con una billetera gruesa, sin una plataforma clara y de no haber un cambio de actitud, esta forma de hacer política sólo puede ser sostenida mientras la bonanza de la economía se lo permita.

A sólo meses de las elecciones legislativas de 2009, que serán una bisagra en la gestión de Cristina, el gobierno kirchnerista continúa burlando a la oposición al mejor estilo Don Juan Tenorio, seguramente convencido de que la economía se los fiará tan lejos.

Pero debe ser prudente, porque por la Casa Rosada no dejan de marchar convidados de piedra, quienes como Julio Cobos, pueden llegar a rebelarse el día menos pensado.