Por Marcos Calligaris

Hace días escribía un artículo titulado “Arbeit Macht Frei y el detalle oculto”. Mientras redactaba contrarreloj no podía abstraerme de una maraña de pensamientos, para ser más preciso, de un conjunto constante de pensamientos y sensaciones al mismo tiempo mientras me encontraba totalmente consciente. Básicamente me estaba yendo mentalmente por las ramas. Pero traté de concentrarme en el tema para no confundirme y terminar delirando.

A este ‘flujo de pensamientos’ lo sacó por primera vez a la luz en el campo de la psicología y de la filosofía William James, pero fue años más tarde que James Joyce irrumpiría poniéndolo en práctica a nivel literario con su monumental Ulises. A este método, al que ninguno de los seres pensantes somos ajenos, se lo denominó Monólogo Interior, o Stream of consciousness, en su originario inglés.

Sin embargo mi idea ahora que me siento nuevamente al frente del monitor,  no es comenzar a largar todo lo que se me vino en mente en aquel momento, sino sólo perseguir uno de esos tantos pensamientos hasta el final (¿hay final?) y ver hasta dónde me conduce.

Un hilo conductor inconducente

Decía entonces que hace unos días había escrito sobre una frase. Un eslogan que se encuentra en la puerta (¿del infierno?) de ingreso de los principales campos de concentración nazis.

Decía también que la misma (“Arbeit Macht Frei”, o “El trabajo libera”, en español) fue atribuida a Rudolf Höß. Y en ese momento me llamó la atención el nombre completo de este alemán: Rudolf Franz Ferdinand Höß.

Probablemente este oficial nazi, miembro de las Schutzstaffel (SS), las Waffen-SS con el rango de SS-Obersturmbannführer y comandante del campo de concentración de Auschwitz recibió su nombre en honor a Franz Ferdinand, el legendario heredero al trono austrohúngaro.

Pero debo confesar que lo primero que se me vino a la cabeza en ese momento fue la imagen de Alex Kapranos, el cantante inglés de origen griego que está al frente de la banda escocesa Franz Ferdinand. Resulta que los músicos de Glasgow también quisieron rendir honor al arriba mencionado Archiduque Franz Ferdinand.

Así que mi vuelo imaginario y divagante se desplazó irremediablemente hacia la vida del verdadero Franz Ferdinand. Ni siquiera por estos hispanos lares se acostumbra a llamarlo “Francisco Fernando”, (nunca me gustaron los nombres traducidos) pero lo cierto es que esa sería la traducción del nombre de pila de aquel hombre que fue nada menos que Archiduque de Austria, Príncipe Imperial de Austria, Príncipe Real de Hungría y Bohemia, y desde 1896 hasta su muerte, el heredero al trono austrohúngaro.

Pero no eran sus únicos dos nombres. No, no, no. No puedo dejar de imaginarme la cara de sus compañeritos de escuela (si es que el niño concurría a una escuela, cosa que en realidad no imagino) en el preciso momento en que la señorita de grado lo invitaba a pasar al frente.

“Jovencito Franz Ferdinand Karl Giuermo Anikò Strezpek Belschwitz Mòric Pinche Bálint Szilveszter Gömpi Maurice Bzoch János Frajkor Ludwig van Haverbeke Josef von Habsburg-Lothringen, ¿puede pasar al pizarrón, por favor? Sí, ese palabrerío era el nombre completo de Franz. (¿Se lo sabría al menos él?)

Franz Ferdinand nació en Graz, Austria, fue hijo mayor del Archiduque Carlos Luis de Austria, y cuando tenía sólo doce años, su primo Francisco V de Módena murió y nombró a Ferdinand su heredero a condición de que añadiera el apellido de este al propio, entonces Franz se convirtió en uno de los hombres más ricos de Austria.

El resto de la historia es más o menos conocida. En 1895 Franz Ferdinand conoció a la Condesa Sofía Chotek en un baile en Praga. Se casaron el 1 de julio de 1900, en Reichstadt (hoy Zákupy) y luego se produciría un hecho que marcaría a fuego nuestra historia moderna.

En la media mañana del 28 de junio de 1914 Franz Ferdinand y su esposa fueron asesinados en Sarajevo por Gavrilo Princip, miembro del grupo serbio “Joven Bosnia” y uno de los varios asesinos organizados por “La Mano Negra”, el grupo nacionalista que apoyaba la unificación entre Bosnia y Serbia.

Con este acontecimiento, gran parte de la humanidad fue enviada al frente. Y de allí gran parte de ella no volvió jamás.

Este acontecimiento -conocido como el Asesinato de Sarajevo- terminó precipitando la declaración de guerra de Austria contra Serbia, hecho que desencadenó la Primera Guerra Mundial.

Este fue solamente uno de aquellos pensamientos que se fue hilando y me condujo hasta aquí y un poco más allá también. Pero hubo muchos más, de toda índole, y que lamentablemente (o porque no puedo) murieron sin que los exprese.

Creo que la técnica de Joyce es apreciada como lo más parecido a perder la razón. Pero en realidad es lo más racional que se pudo haber expresado en narrativa.

Por eso pienso que cuando intentamos decir algo sin irnos por las ramas, en realidad nos reprimimos, estamos siendo totalmente falsos y hasta quizás irracionales.