Entrevista a Jairo
Por Marcos Calligaris

Mario Rubén González nació en Cruz del Eje, ciudad donde a los doce años ya era folclorista.

Tenía sólo quince años cuando partió hacia Buenos Aires y se forjó un relativo éxito como “Marito”. Actuaba en ‘La escala musical’ y fue telonero de Neil Sedaka, Rita Pavone y Chubby Checker entre otros.

En la gran urbe realizaba shows asiduamente, hasta que dos años después se le cortó la racha. No cantó más, en las discográficas le decían que se le había pasado el cuarto de hora. Él quería triunfar, pero no le agarraba la mano a la gran ciudad. “A Buenos Aires nunca lo entendí, pasé por ahí como un tarado” confiesa.

Pero se quedó, comenzó a estudiar dibujo y hacía retratos en las plazas para comer. Incluso consiguió un trabajo como dibujante de carátulas en el sello CBS y fue allí mismo donde un amigo le presentó a Luis Aguilé, quién lo apadrinaría y sería el promotor de su futuro éxito. Marito Gonzáles usaría a partir de ese momento el bíblico seudónimo de “Jairo”.

Corrían los años setenta, Jairo comenzó a forjar caminos europeos. Grabó cinco discos, incluyendo “Jairo canta a Borges”, se casó y tuvo tres hijos en España. En 1975 recibió una invitación para realizar un espectáculo en París y allí se quedaría 16 años. En París se codeó nada menos que con Charles Aznavour, Pierre Pret, Gilbert Bécaud y Charles Trenet, entre otras figuras de la canción francesa.

En un mano a mano, Jairo habla de todo. De sus problemas con el corralito, su familia, su éxito en Francia, su relación grandes artistas nacionales e internacionales, su incursión el cine, sus discos, sus ratos libres. Un auténtico Jairo.

Seguís teniendo tonada cruzdelejeña…

Si, algo queda siempre. Cuando voy a Córdoba me vuelve. Mis hijos me cargan a veces, he vivido muchos años afuera pero el acento no ha cambiado mucho.

¿Cómo fue la decisión de irte a los 15 años?

No fue nada fácil. Lo que pasa es que ya estaba muy decidido a empezar una carrera como cantante. Era más intuitiva la cosa, no estaba basada en nada concreto. No había nada que me señalara que iba a hacer una carrera como cantante, era bastante aventurada la cosa. Además a esa nada es seguro. Lo único seguro es estar al lado de tus padres.

Y fue definitivo…

Si. He vuelto circunstancialmente. En los años sesenta me quedaba a veces hasta tres meses. Pero después ya no. Cuando me fui a España mis visitas se hicieron más esporádicas y más cortas, algo que lamento mucho porque me he perdido de vivir muchas cosas.

¿Te costó Buenos Aires?

A Buenos Aires nunca lo entendí. Pasé por ahí como un tarado porque la verdad es que no entendí el método. No me dieron las instrucciones de uso. Y no me refiero a Buenos Aires como ciudad, sino al medio en el que me movía. Lo que hacía no tenía consistencia y por ende no tenía futuro. Fue muy duro porque tuve algo de reconocimiento al principio y luego fue el ostracismo total. Eso es lo peor que te puede  pasar.

Pasaron cinco años y partiste rumbo a España. ¿Cómo se dio?

Lo de Europa surgió porque surgió. Yo no hice nada para que se diera. En realidad yo escribía algunas canciones con otro muchacho y se la llevábamos a los cantantes para ver si las querían cantar. En una de esas oportunidades se las llevamos a Luis Aguilé que vivía en España. La idea que yo me vaya a España y el primero que pensó que yo podía tener éxito allá fue Aguilé.

A partir de ahí, empecé a pensar que era posible que pudiera cantar en Europa, pero en realidad Europa ni siquiera entraba en mis planes. Lo mío es ver si podía hacer algo acá.

 

Hacer la Europa

Con un éxito relativo e intermitente en su país, Jairo probó suerte en Europa. Un mundo desconocido y de ensueño esperaba por el artista

 ¿Cómo llegás a instalarte en el mundillo de la canción en España?

A mí lo primero que me llamó la atención fue la reacción de la gente. A la gente le gustaba cómo cantaba. Yo no lo entendía muy bien, me decía “Mirá vos cómo les gusta”. Después poco a poco yo mismo fui mentalizándome y eso fue muy importante porque fui tomando confianza, que en Buenos Aires la había perdido. Comencé a grabar discos en condiciones que ni había soñado grabar. Después las cosas se fueron dando de una manera muy natural.

¿Y lo de ir a cantar a Francia cómo surgió?

Me eligieron desde Argentina porque era un espectáculo de música argentina y donde querían una intérprete femenina y uno masculino, Ya tenían a Susana Rinaldi y luego de barajar varios nombres se decidieron por mí.

¿En qué momento comenzaste a vincularte con grandes artistas?

Como la mayoría de ellos lo hice en Francia. Con los artistas españoles tenía un gran vínculo.

Charles Aznavour afirmó alguna vez “Jairo no es ni rock ni folk, ni funky, ni punk, él es él mismo, con su talento, y en los tiempos que corren esto no es nada corriente”. ¿Qué creés que fue lo que cautivó a los europeos de Jairo?

Después de darle muchas vueltas al asunto, me di cuenta que les gustaba el sonido de mi voz. Era bastante original para ellos y cantaba como no cantaban otros. También creo que es una cuestión de suerte. Los artistas dependen mucho de la suerte, es un factor muy grande. Vos podés tener mucho talento, pero si no estás en el lugar y momento justo…

Y llegó en momento de cantar en francés…

Si, a  mí me gustaba mucho la canción francesa. Hay gente a la que le gusta más otro tipo de canciones. Yo estaba enamorado de la música folk de los sesenta, pero por otro lado en Buenos Aires me empezó a gustar la música francesa, así que cuando llegué a Francia ya tenía una idea de qué se trataba.

¿Qué fue lo mejor que te pasó en Francia?

Lo mejor que me pasó fue la reacción de los otros artistas. Hubo como una adhesión, una solidaridad muy grande conmigo.

Una vez me pasó algo increíble. Yo ya había hecho dos o tres programas de televisión, o sea que la gente ya me conocía. Un día yo estaba en el medio de la avenida Champs Élysées, tratando de cruzar y de repente paró un auto y se baja Pierre Perret, que es un cantante muy querido por los franceses, me da un abrazo y me dice “Yo lo he visto a usted, sea bienvenido”. Se subió al coche y se fue. Impresionante.

De repente, me mandaba un mensaje Gilbert Bécaud, diciéndome que me querían ver en  la oficina de su compañía, que yo era uno de ellos. Fue fantástico

Además del canto, incursionaste en televisión, ¿Cómo fue esa experiencia?

Si, conduje algunos programas y también participé en películas.

En París tuve un programa por TF1 que se llamó “Station Argentine”. Nuestro país es el único del mundo que tiene una estación de subte en París. Cuando tuve ese programa ya hablaba bien, pero antes había tenido otros sin hablar bien.

¿Cómo surge luego la invitación para actuar en un film danés?

Yo canté en el aniversario número 90 del Moulin Rouge. Ese espectáculo, que además era a beneficio de UNICEF se vio por MundoVision en toda Europa. Así fue como me vio desde Dinamarca Sven Gronlike, un director quien pensó que yo daba muy bien uno de los personajes que había en la su futura película.

¿Cuál fue tu papel en la misma?

Se llamaba “La Balada de Linda”. Yo reencarnaba a un artista, un caminante que venía del sur. Yo llegaba a un pueblo donde estaban armando la primera línea de un ferrocarril. El film se trataba de una mujer que estaba casada con un molinero, por interés. Él era un viejo rico. Un día llega el ferrocarril y con él los ferroviarios. Uno de ellos le atrae mucho a la chica y representa la fuerza bruta. Por otro lado también llega un circo al pueblo, y entre esa gente estoy yo, que canto, y para ella represento el romanticismo. La mina me parece que termina yéndose con el ferroviario. (risas)

¿Se puede decir que te gustó hacer cine?

Me gustó hacer esa película, pero después hubo otras en las que no me gustó mi actuación.

La gente del cine me trató de maravilla siempre, pero yo fui un desastre. En “Funes, un gran amor”, de Raúl de la Torre me sentí bastante cómodo, pero cuando me tocaba hacer algún protagónico, no me gustó nada cómo trabajé.

Con la frente marchita

Luego de su éxito europeo, Jairo codiciaba una revancha en su tierra. “Quería tener éxito acá. Estaba obsesionado con eso. Yo había fracasado en Argentina y volvía como un artista consagrado en otro país, con mucha experiencia. Se supone a que a la canción ya me la sabía, ¿no?” se sincera.

Lo primero que hizo fue grabar un disco que fue una pegada. “El disco se llamó ‘Cielos’, lo hicimos con Pedro Aznar y tenía canciones que habíamos escrito con Daniel Salzano en España y Francia. Ahí empezó todo y poco a poco la gente comenzó adhiriendo. Luego todo entró en un carril fluido”, concluye.

¿Considerás haber logrado tu cometido?

Si, pero instalarme, mantener una línea, ser coherente ha sido un arduo trabajo. En Argentina es muy peligroso el mundo del espectáculo, tiene muchos carriles peligrosos, donde no hay que meterse. Hay que pensar en la música y el arte. Si uno hace eso, tiene muchas posibilidades de que la gente lo entienda.

Llevás más tiempo siendo Jairo, que Mario Rubén. ¿Vivís totalmente alejado de aquella vida de chico de pueblo, humilde…?

No, yo sigo muy unido a todo eso. Me sorprendo de mi memoria y también sorprendo a la gente que está conmigo. A veces me dicen “¿Cómo te podés acordar de eso?”. De cuando era chico, de los lugares, de los nombres y sobretodo de los sonidos.

Fuera de la música, ¿qué otras cosas te gusta hacer?

Me gusta mucho la pintura. Antes de irme de Buenos Aires había trabajado como ilustrador. Ahora pinto y dibujo en mi casa. Pero es algo muy mío. Me han ofrecido muchas veces mostrarlo pero no me animo. A lo mejor más adelante. Tengo un buen nivel técnico, creo que varios se sorprenderían. Recuerdo que una vez se hizo una exposición de escultura y pintura en Francia, donde cada artista llevaba algo para mostrar, y los diarios destacaban mucho mi cuadro.

Pero para mí, la pintura es algo paralelo a la música y es una actividad en la que yo encuentro ciertos alicientes que no encuentro en la música. Lo hago por el placer de hacerlo.

También me gusta mucho leer.

Lo primero es la familia

Al mirar hacia atrás y repasar su vida, Jairo no piensa ni en su éxito, ni en sus discos, ni en París, ni en su relación con Borges o Piazzolla, piensa en su núcleo familiar.

Lo que más me enorgullece es haber tenido la familia que tengo. Valoro mucho lo artístico y haber tenido relación con personas que son vitales para la cultura argentina, como Borges, Cortazar, Yupanqui, Piazzolla, María Elena Walsh, pero eso entra en otra escala de valores. A mí lo que más me hace sentir pleno es la familia. Ver a mis hijos lograr algo, cuando hablo con ellos, cuando me cuentan algo que están por hacer”, se sincera el cantante.

¿Cómo se compone tu familia y a qué se dedican?

Mi mujer, que se llama Teresa y es madrileña. Luego están mis hijos.

El mayor (Iván Gonzáles) es actor y está en Francia, donde le está empezando a ir muy bien. Está allá desde hace dos años y ha hecho cine, teatro y protagónicos. Ha entrado muy bien, creo que ahí encontró el lugar perfecto.

El secundo es Yaco, que es el productor de mis discos y el sostén más grande que tengo desde el punto de vista profesional. Él es el único de los cuatro que vive en Argentina, está casado y tiene dos hijos.

El tercero se llama Mario. Él es Abogado, Licenciado en Ciencias Políticas en París y miembro del Partido Socialista francés. Hace unos días me acaba de dar la noticia de que está en la lista del Socialismo para las próximas elecciones municipales de París.

La cuarta es la única mujer, se llama Lucía y vive en España y estudia Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid.

¿La distancia con tus hijos es complicada?

Un poco, no tanto como la gente se crée. Además yo soy el menos indicado para hablar de distancias, o de impedirle irse a mis hijos, yo me fui cuando tenía 15 años. Ellos tienen la suerte y la posibilidad de hacer lo que quieren. Eso es un privilegio muy grande.

¿Cómo estás económicamente?

Bien. Tranquilo. En Argentina hemos tenido problemas, como todos los argentinos con el corralito. Cuando ocurrió eso fue como un paro, pero al día siguiente me dije “ya está, listo, hay que ir para adelante”. Pero ahora estoy tranquilo, no tengo sobresaltos, tengo todo lo que quiero, viajo cuando quiero y hago lo que quiero.

¿Qué planes tenés en mente?

Ahora estoy promocionando un disco de folclore que se llama “Criollo”. Es la primera vez que hago un disco de este género, yo nunca había correspondido al mundo del folclore que tantas puertas me abrió. Estoy muy ilusionado con el disco.

Después me voy a Europa un mes. Me voy a tomar algunos días en Madrid y luego voy a París, donde tengo que arreglar la producción de un disco cantado en francés, italiano y español. Ese disco de Francia traerá muchas presentaciones en Europa.

También estamos componiendo canciones con Daniel Salzano para un próximo disco y quiero terminar un libro que estoy escribiendo hace mucho. Ya casi está terminado.

Jairo sigue siendo un criollo por definición. Y consciente de que su logro en tierras europeas fue merced a sus raíces, actualmente le apuesta todas sus fichas a su tierra. ‘Criollo’, su último disco es una muestra de su gratitud hacia su esencia.