Entrevista exclusiva
Por Marcos Calligaris

Cristina Bajo nació en Córdoba en 1937, aunque de muy pequeña se mudó junto a su familia a Cabana. Allí se empaparía de relatos de los lugareños. Allí también iría creciendo, se casaría, tendría dos hijos y sería maestra rural.
Nunca pensó que un día editaría esas novelas que escribía mientras se ganaba la vida en oficios “insólitos y variados”, o que esos datos históricos que gustaba recopilar serían algún día la columna vertebral de sus narraciones.
Pero un día decidió publicar su obra. Como vivido cien veces fue el nombre de aquella novela que lanzó en1995 y que rápidamente agotó varias ediciones.
A partir de ese momento, Cristina no paró. Editoriales de Buenos Aires se interesaron por sus novelas, que comenzaron a salir en co-ediciones.
Luego llegarían novelas que irían marcando a fuego su estilo, aglutinando a un público que hoy espera ansioso cada nueva publicación.
La señora de Ansenuza y otras leyendas; En tiempos de Laura Osorio; El guardián del último fuego; Sierva de Dios, Ama de la Muerte y La trama del Pasado, son algunos de los títulos que han situado a Cristina Bajo entre los escritores más leídos de Argentina.
Pero los seguidores de su obra no se diseminan sólo por la geografía nacional. Mientras ultima detalles de Elogio de la cocina, su próxima publicación que combina recetas y recuerdos, Cristina asegura que cada vez recibe más saludos del exterior, incluso sus novelas han sido publicadas en países como España, Portugal, Grecia y Rumania.

En una extensa entrevista intentamos navegar por el interior de una escritora que aún tiene mucho para contar.

¿Qué le aporta a sus relatos aquella infancia en Cabana?
Magia. Me enamoré de la naturaleza, de los animales silvestres, de la variedad de plantas y flores que jamás habíamos visto; de la libertad que nos daba escaparnos a la sierra, de tener caballos propios y a veces, en verano, dormir afuera escuchando el ruido del arroyo que siempre tuvimos cerca. Allí ví por primera vez la nieve, la neblina y cascadas escarchadas por el frío. La casa misma era interesante, un caserón con rincones para explorar, donde plantamos árboles todas las Navidades, que aún están de pie.

¿Más allá de ser del interior, considera que su literatura representa al interior?
Sí, y no es casual. Por una parte, por vivir en estas provincias, tenemos otra forma de pensar, de resolver nuestros asuntos, otra filosofía de vida. Por otra, cuando comencé la Saga de los Osorio, me propuse relatar la Guerra Civil entre unitarios y federales desde el punto de vista del interior. A veces, leyendo algunos historiadores de Buenos Aires, me asombra la ignorancia que tienen sobre lo sucedido en las “tierras de adentro” y más de una vez he pescado datos erróneos, o “huecos” que no pueden ser pasados por alto. Fue por eso que me decidí a hacer las novelas, que iban a abarcar el período 1828-1852, pero contando los sucesos desde el Interior, mientras Buenos Aires florecía a través del comercio exterior y la economía del resto del país desaparecía en un baño de sangre.

Mis lectores han captado este mensaje, pues durante el conflicto del campo con el gobierno nacional, muchos me escribieron con frases semejantes: “Como usted dijo en Como vivido cien veces”, o “Como usted lo demostró en La Trama del Pasado…” o “Ahora entiendo lo que usted quería advertir en sus novelas…”

¿Cómo fue aquel primer momento en que decidió transcribir una idea a un papel?
Desde chica me gustó que me leyeran cuentos o me contaran historias. En la casa de las sierras, esperábamos la hora de la cena, porque mientras comíamos, papá y mamá nos contaban cosas de su niñez, de cómo era aquella Córdoba de principio de siglo, la Córdoba a la que llegaron nuestros abuelos inmigrantes. Luego, cuando comencé la escuela y aprendí a escribir, me encantaba  la hora de Redacción, donde daba rienda suelta a mi imaginación mezclada con los libros que estábamos leyendo: Kipling, Horacio Quiroga, Stevenson, Jack London, las películas de aventuras del cine de Unquillo, y las revistas de historietas.
El desencadenante de mi primera novela fue, justamente, leer las novelas históricas de Gálvez, que me sedujeron, y el hambre de saber más de lo que pasaba por aquella época en el interior, pues aunque Gálvez toca algunas provincias, el 80 por ciento de su saga, de 7 volúmenes, transcurre en Buenos Aires.

¿Tenía en mente modelos literarios de escritores a los que quería imitar?
Manuel Gálvez, Margaret Mitchell en su “Lo que el viento se llevó”, a Enrique Larreta con “La gloria de don Ramiro” y todos los novelones históricos que había leído desde chica: desde Walter Scott, a los de Eduardo Gutiérrez, que tanto le gustaban a Borges.

Su biografía menciona que trabajó en “oficios insólitos”. ¿De qué se trataban esto trabajos?
Hice tapices para niños, vendí madera, cosmética; puse una librería, una casa de ropa diseñada por mí a la que llamaba “prerrafaelista” porque eran modelos tomados de los cuadros de Waterhouse, Leighton, Rossetti, etc.

¿Es creyente? ¿Esto influye en su trabajo?
Sí, soy muy creyente. Además de mi Fe, que me ayuda en todas las alternativas de la vida, creo que la religión tiene una atracción especial sobre la gente, con aquello del destino, de los ruegos, de los milagros, de la imaginería, del arte, de los ritos y las devociones. En novelas de siglos pasados, no puede soslayarse la religión dentro de la sociedad que pintamos, así que no solamente hay que tener Fe, sino también estudiar arte, arquitectura y costumbres.

Día a día de una escritora

Amante de la casa, de los animales y dedicada totalmente a la literatura Cristina Bajo tiene una rutina cargada de trabajo.

¿Cómo es una jornada suya?
Me levanto tarde, porque trabajo hasta las 4 a.m. de la madrugada, y a veces, hasta las 6 a.m. Tomo el desayuno, alimento mis animales, me ocupo de las plantas si tengo tiempo y luego, tranquila, me siento a la computadora. Las primeras horas son para ver el correo y contestarlo si es urgente. Si son lectores, desgraciadamente tengo que dejarlos para los espacios muertos de mis actividades, pero siempre respondo, aclarando el por qué del atraso. Luego escribo, con intervalos de 3 o 4 horas; a veces descanso unos minutos a la siesta –a las 6 de la tarde- y vuelvo a trabajar. Corto un momento, me dedico a cocinar, ceno, vuelvo a encargarme de los animales, veo algo de televisión y a eso se la 1 ó 2 de la madrugada, vuelvo a trabajar. Si no estoy inspirada, corrijo o busco datos históricos.

Dicen que escribir es probablemente la actividad creativa más solitaria, ¿cree que es cierto?
Es verdad, no se puede escribir si alguien te da conversación. La voz humana nos distrae, por eso, cuando escucho música –generalmente clásica- o no tiene voz, o es en otro idioma, para que no nos distraiga.

¿Siente la necesidad de compartir lo que va escribiendo con alguien? ¿Grupos o tertulias literarias, familiares, amigos…?
Sí, tengo uno o dos amigos a los que acudo para que me vayan guiando. Casi siempre por separado, pero a veces lo discutimos entre varios, si hay opiniones distintas. Es muy tranquilizador para mí y permite ampliar la perspectiva del texto.

A la hora de concebir una nueva obra, ¿usted adhiere al método planteado por Edgar Allan Poe, en su “Filosofía de la composición”, donde sostiene que el escritor debe tener decidido, antes que nada, cuál va a ser su desenlace y cuál la respuesta emocional o “efecto” que pretende causar en el lector, o se inclina más por la “creación espontánea” planteada por Coleridge?
Cuando empiezo una novela, tengo una idea aproximada del tema de la obra, de los personajes principales y de algunas circunstancias. A veces sé el final, o más o menos lo intuyo, pero prefiero dejar fluir la trama y que los personajes terminen encontrando su propio destino a través de las decisiones que van adoptando. Generalmente, me gustan los finales felices, porque leer novelas como las que yo escribo, es una especie de catarsis para evadirnos de cosas pesadas, molestas, tristes, etc., y el final feliz nos da un respiro en la tormenta, la esperanza de que es posible alcanzar la felicidad, aunque eso parezca una simpleza.

¿En quién se inspira para dar vida a sus personajes? ¿Cómo nace su interés por escribir sobre personajes ambientados en momentos históricos reales?
Es una pregunta difícil de contestar, porque la escritura y la creación, en mí, son intuitivas. Mis personajes nacen ya con una forma de ser espontánea y propia. Si a alguien me recuerdan, posiblemente sean a personajes de películas que marcaron mi adolescencia y mi juventud, aunque ahora no los recuerde. El cine tuvo una gran influencia en mí y me ayudó a encontrar el tiempo justo de los cortes de los capítulos.

¿Qué se puede conocer de Cristina Bajo a través de sus historias? ¿Se esconde tras el velo de sus personajes y sus tramas?
Hay mucho de mí en cada personaje: en algunos, marcamos lo que queremos ser, o lo que creemos que somos; o lo que los demás piensan que somos, o lo que tememos llegar a ser. Soy Fernando, y Severa, y Calandria, y Luz e Ignacia, De Bracy e Isabel, pero, sobre todo, creo que soy Misia Francisquita.

¿Qué escritores argentinos contemporáneos le parecen interesantes?
Tomaré como contemporáneos los de la segunda mitad del XX hasta nuestros días: Belgrano Rawson, María Rosa Lojo, Mabel Pagano, Florencia Bonelli, Marco Denevi, Mujica Láinez, Marta Lynch, Lucía Gálvez, Sergio Aguirre, Esteban Llamosas, y un escritor joven, que acaba de surgir con enorme fuerza: Hernán Lanvers que está entre los más vendidos del país con una novela excelente: África, hombres como dioses y que, como yo, vive en Córdoba cuando no está viajando por África. Y Borges, por supuesto.

¿Qué es lo que más disfruta de ser Cristina Bajo?
Posiblemente el reconocimiento de un trabajo que vengo haciendo desde hace 50 años, y que fue prácticamente ignorado hasta que publiqué mi primer libro.

Sus libros fueron traducidos al griego, al portugués y al rumano, entre otros. ¿Qué siente un escritor cuando logra ser leído en otras lenguas y consecuentemente interpretado por otras culturas?
Es una extraña sensación, especialmente cuando ví mi nombre en griego. La palabra Cristina era más o menos reconocible, pero mi apellido empezaba con M y tenía una H en el medio. Siento, además, algo de orgullo –no de soberbia- pensando que pude hacerlo desde Córdoba. Hace unos meses, he comenzando a recibir carta de lectores de Estados Unidos, de Santo Domingo, Costa Rica, Puerto Rico, Cuba, España, Francia, Inglaterra, Jamaica y Polonia. Algunos son cordobeses que viven allá, pero últimamente, son extranjeros que han conseguido mis libros por internet, o las editoriales europeas les han dado mi mail, o me han encontrado en mi página web.
El viejo dicho de Pinta tu aldea y pintarás el mundo es realmente certero.

La literatura, las mujeres y la cocina

Cristina Bajo supo captar al género femenino. Si bien no descarta la moda, considera que las mujeres leen más. La cocina también ocupa un lugar importante en su vida, por eso en estos días se encuentra finalizando su próxima publicación, Elogio de la cocina, donde entremezcla recetas con memorias.

¿A qué cree que se debe el auge de temáticas vinculadas a lo femenino?
No descartemos la moda, pero sobre todo, recordemos que la mayor parte de los lectores pertenecen al género femenino. Además, la mujer, por su vulnerabilidad y misterio, es muy atrayente como personaje.

¿Le gusta releer libros favoritos?
Tengo una gran biblioteca, y los más preciados, son esos libros a los cuales releo de nuevo una vez cada dos o tres años. Soy fiel a mis autores preferidos, o a mis maestros.

¿Qué se encuentra leyendo ahora?
Un policial de una escritora que recién entra a la Argentina, Caroline Graham, y comencé, porque no pude con la curiosidad, África, Hombres como dioses, de Lanvers.

¿Cuál es su ambición como escritora? ¿Dónde le gustaría llegar?
A ser editada en inglés. Al menos, esa es mi meta por ahora

Hay mucha expectativa generada por la Saga de los Osorio, ¿está trabajando en una nueva edición?
Sí, en el IV tomo, la continuación de La Trama del pasado. Abarcará desde 1841 aproximadamente hasta 1846. Posiblemente se llame Una desolación sin nombre, por el estado en que queda el Interior después de las matanzas que comienzan en el año 39. Los personajes principales serán Ignacia y Fernando, y transcurre parte en el Interior, y parte en Buenos Aires, con Luz que se ha reencontrado con sus primos, y Sebastián que vuelve de Francia.
Me quedaría un V tomo para acabar con los episodios de la Guerra Civil.

¿Le gusta cocinar? Cuál es la relación entre la cocina y su nuevo libro
Me encanta cocinar, y por eso me decidí a escribir este libro. No son recetas criollas –eso lo dejo para otro que tengo empezado- sino recetas de mi familia, de algunos escritores o amigos, y mías. Me gusta mucho invitar, tender la mesa, preocuparme por el menú. Me gusta la habitación de la cocina, que es tan cálida. Entre estas dos acepciones de la palabra, transcurre mi libro, que en realidad, es un libro donde cuento mis memorias: la memoria de mi familia y de mi infancia, de los viejos amigos y de los amigos actuales.

De esa manera transcurre el presente de Cristina Bajo, una mujer que habita entre sus personajes y la historia de Córdoba.

Ping pong

Una novela argentina: La casa, de Mujica Láinez
Una novela internacional: Expiación, de Ian McEwan
Un escritor argentino: Borges
Un escritor internacional: Jane Austen
Un deseo: Viajar a Gran Bretaña y España.
Borges o Cortázar: Borges
Máquina de escribir o computadora: Computadora, pero tengo guardada mi antigua máquina, de los años 40, para cuando falla la tecnología.
Un día ideal: Lluvioso, otoñal y en las sierras.
Cuál es la palabra que más le gusta: Otoño, no sé por qué.
Un lugar: Cabana
Una comida: las ensaladas y los mariscos
Una canción: Varias, las de  Enya
Cristina Fernández de Kirchner: Nada