Por Marcos Calligaris

“Agárrense de las manos, unos a otros conmigo. Agárrense de las manos, si ya encontraron su amigo…”
Suena la cortina musical que anuncia su llegada cuando promedian las 2 de la tarde. “Digo de pronto, me parece”… Juan Alberto Mateyko estampa su sello verbal y lo anticipa por Radio Mitre, como cuando meses atrás dio la primicia de que Carlos Paz contaría con una estrella internacional en su temporada estival.

“Juntos podemos llegar, donde jamás hemos ido”. Y tras atravesar una pasarela que da al estudio que Mitre montó en el resto-bar ‘Oye Chico’ de Carlos Paz, aparece él, nada menos que José Luis Rodríguez, El Puma.

Zapatos negros con hebilla, jean azul, radiante camisa a rayas, una gruesa cadena de oro y un impecable peinado al secador con su característico mechón blanco (el mechón me hace pensar en Stripe, el malo de los Gremlins y en Susan Sontag. Obviamente no lo digo, sería desubicado).

Su mirada es profunda, parece atravesar a cada uno de los que estamos presentes. Vino con un esplendor…”, diría más tarde Mateyko. Pero para el final de la nota hay tiempo.

“Dueño de ti, dueño de qué, dueño de nada”. El operador no cesa de enganchar clásicos del Puma y escuchar clásicos es instalarse en otras épocas y también dimensionar el palmarés de éxitos que tiene este venezolano, que ya ha vendido más de 15 millones de discos.

Esto será una entrevista, pero en el diálogo no vamos a estar solos.
La pasarela parece temblar y de repente ingresa en el estudio una de las figuras mediáticas de 2010: La Mole Moli. Besuquea a medio mundo y se sienta al lado mío, en una silla diminuta. Ojotas, remera deportiva Legea negra, short Adidas al tono y constante comezón en la ingle. Blanco como un pollo, espontaneo y natural como más de uno se lo imagina, me saluda con una sonrisa de oreja a oreja: ¡Cómo andás, mi loco!

Acabo de entender, La Mole también participará de esta entrevista a la que fui gentilmente invitado por Mateyko, quien con su Movida del Verano le sigue dando un nuevo estilo a la radiofonía cordobesa.

De repente el tiempo parece detenerse como en la instantánea que saca mi fotógrafa. Todos nos miramos como en round de estudio, y si de rounds hablamos, quién sino la Mole Moli hubiera sido el más indicado para romper el hielo. “Estoy contento porque acá está mi amigo, ¡Cómo andás Pumita querido!”.

Durante más de un mes Fabio Moli compartió junto al Puma y Mateyko ‘El Gran Show’, y a esta altura tienen anécdotas que con sólo mirarse les provocan risa.
Los primeros minutos pasan entre cumplidos y anécdotas hasta que Mateyko pone orden con su ronca voz. ¡Querido Puma, bienvenido! (En definitiva esto se iba a tratar de una entrevista, había que arrancar en algún momento).

Pero todo había comenzado días atrás. Fue el mismísimo ‘Muñeco’ quien me había invitado a compartir la nota. El Puma Rodríguez es una figura indiscutida de la canción romántica y su historia es bastante conocida. Pero a la hora de una entrevista cara a cara, es imprescindible estudiar hasta el mínimo detalle del personaje en cuestión. Así fue como me pasé la noche anterior tomando notas. Creo que ni El Puma sabía tanto de su vida como yo.

Pero ésta no pintaba para ser la típica entrevista pregunta-respuesta. Ya de entrada, La Mole me arrebató los apuntes para siempre.

Tampoco pintaba para ser la típica entrevista, periodista-artista, porque en este caso el artista mostraba admiración y hasta interés periodístico por la figura mediática del ganador de Bailando por un Sueño. Así, con humildad, El Puma comenzó tirándole flores a La Mole. “Fabio es una persona que quiero mucho. Vale la pena que cuente esto. Un día estaba en Los Ángeles y en la televisión latina vi el fenómeno de La Mole en ‘Bailando’ y una polémica muy fuerte entre él y Moria Casán, una persona que respeto, pero que decía tantos improperios, con tanta velocidad, que Fabio quedó estupefacto y aguantó como un varón. Pero la parte que más me llamó la atención, fue cuando luego le preguntaron a La Mole qué había pasado con Moria y él respondió: “chicos, no pude, me noqueó”.

“Yo siempre dije que en este medio hay dos personas con las que no hay que pelearse, Jorge Rial y Moria Casán, y lo primero que hice fue pelearme con Moria. Me trituró”, contestó La Mole.

El que interfiere luego es Mateyko: “Fabio, de alguna manera esto te fue enseñando…”

-Sí- contesta La Mole. Un día El Puma me dijo una gran verdad, las peleas se hacen de a dos, si uno se queda callado y no pelea, la pelea no existe”.

La conversación es amena, yo olvido que estamos al aire. El Puma continúa haciendo su descargo. “Cuando llegué por primera vez a este país, noté dos cosas, el culto a la familia y el culto a la amistad. Aquí se cree en la amistad y se la cultiva. La familia siempre va a ser la célula vital de la sociedad. Vos defendés eso, Mole, y yo también”.

El Puma Rodríguez acaba de mencionar la palabra familia y siento que por fin tengo la oportunidad de meter un bocado.

José Luis Rodríguez tiene tres hijas, Lilibeth y Liliana Rodríguez Morillo, producto de su primer matrimonio con la cantante Lila Morillo, y la menor, Génesis Rodríguez, hija que tiene con su actual esposa, la ex modelo cubana Carolina Pérez.

– Sos muy unido a tu familia, ¿cómo fue pasarte toda una temporada sin verlos?-, pregunto.
Mirá, la soledad es interior, no es física, es mental. Yo siempre estoy conmigo mismo, me aparto, me gusta el silencio, meditar, reflexionar. Pero uno sabe que todo es transitorio, que el mundo objetivo de las formas, de los nombres, en algún momento se va a ir. Entonces, lo que estoy haciendo no lo cuento como sacrificio, es lo que me gusta hacer de mi vida: cantar, bailar, entretener a la gente. Mirá a La Mole, para él tampoco es un sacrificio, siempre transmite alegría, bienaventuranza, y a la gente le gusta que le transmitan cosas positivas. Por cierto, creo que la Mole va a cantar, va a grabar cuarteto y lo va a hacer muy bien, porque tiene oído musical.

– Me hablás del buen oído de La Mole, pero ¿creés que tiene voz?
Claro, ¿no lo escuchás hablar?

En ese instante, La Mole Moli, que sigue aferrado a mis apuntes sin pretender devolvérmelos, me clava una mirada y me suelta: ¡Qué!, ¿me vei mudo a mí?
No, para nada, mi intención no es pelearme con La Mole. Les puedo asegurar que de cerca parece un edificio de carne.
De repente Fabio parece querer negociar conmigo y siempre sin soltar mis apuntes, me sugiere una pregunta señalándome la hoja con su dedo índice. (Un índice que parece mi mano completa). “Hacele esa pregunta que yo no la entiendo”, sugiere.

La pregunta tiene que ver con religión. En 1973, El Puma hizo pública su decisión de abandonar el catolicismo y se bautizó en el rito protestante, en San Juan de Puerto Rico. Inicialmente, su música se adaptó a este cambio religioso, volviendo después a su repertorio habitual, pero su forma de ver el mundo había cambiado. Entre otras cosas, tal como lo afirma usualmente, José Luis Rodríguez cree en la reencarnación. “Hay muchas vidas para un mismo espíritu, el cuerpo apenas es un disfraz”, supo afirmar.

– ¿Cómo te sienta el disfraz del Puma Rodríguez?
Estoy contento, no tengo complejos. Cuando era muchacho tenía una cantidad de complejos, pero creo que hay muchas vidas, muchos nombres, muchos cuerpos. Por ejemplo, la primera vez que hablé con La Mole, sentí que nos habíamos visto en otras vidas, porque hablás dos palabras y ya te conectás con el espíritu. Los espíritus se ven, se reconocen, se entienden y siguen. Hay cosas y gente que vas esquivando porque las conocés de vidas pasadas y no te llegan. Mirá esto, toda la raza humana y el universo son creaciones de Dios y todo es transitorio, nacemos, crecemos, vivimos y morimos. Todo lo que nace tiene que morir, los animales, las plantas, los minerales y por supuesto el hombre. Yo creo en la reencarnación, porque si no sería injusto un pedacito de vida para llenarlo y saberlo todo. Una persona que vive 60 años pasa 20 años durmiendo, 5 comiendo, 5 arreglando el cuerpo, 5 comprándole ropa al cuerpo, y en definitiva se te pasa la mitad de la vida dedicada al cuerpo, pero no al espíritu. Y si te ponés a contar el tiempo que pasás mirando televisión o hablando boberías por ahí, de los 60 años te quedan sólo 17 para vivir. Como el tiempo que nos queda es poco, lo que cuenta para mí es el hoy, este momento.

– “Los errores que uno cometió ayer los debería corregir hoy…”, – agrega Juan Alberto Mateyko, dándole pie a su amigo para que redondee su idea.
El Puma Rodríguez mira por la ventana hacia al lago San Roque como buscando un manojo de palabras, y finalmente las encuentra. “Mirá Mateyko, el ser humano se tropieza varias veces con la misma piedra, a mí me ha pasado varias veces. Los animales son más astutos que uno en ese sentido. Si el elefante ve que lo dañan en un sitio, no pasa más por ahí; nosotros en cambio olvidamos muy rápido. El intelecto es superior que la mente, si le das rienda suelta a todos los pensamientos de tu mente, te volvés loco. La mente está diseñada para pensar las 24 horas del día y no le podés dar rienda suelta.

“Hola Mateyko y equipo. Hace mucho tiempo cuando El Puma estaba actuando en Feriar, yo estaba con mis cinco hijos, recién separado y mal de ánimo. El Puma se me acercó, me miró a los ojos, y nos habló a mis hijos y a mí con una ternura y una sabiduría increíbles. Te juro Mateyko, me ayudó muchísimo,  nunca me olvidaré de ese momento, siempre le estaré agradecido. Permítanme rendirle un tributo eterno”. Héctor.

El mensaje del oyente logra que los ojos del Puma se agranden y sus cejas se arqueen, esbozando un gesto de sorpresa. “Qué lindo”, atinó a decir.

Mateyko, con gimnasia periodística y la memoria privilegiada de un amigo de muchos años, aprovecha para recordarle sobre aquella mujer no vidente que siempre iba a verlo al…
-“Norma”-, se anticipa El Puma, antes de que Juan Alberto termine de decir “Luna Park”.

Y el diálogo continúa. “Otra persona que tiene una profunda admiración por vos es Estela Raval,” asegura Mateyko.

Justamente Estela Raval, integrando Los Cinco Latinos, como también The Platters, fueron la musa inspiradora de Los Zeppis, la primera banda que conformó El Puma Rodríguez en los albores de su carrera.
“Bailamos mucho los discos de Los Cinco Latinos, los imitábamos y Estela Raval fue muy grande, muy importante en Venezuela. Echábamos talco en el piso para poder deslizarnos bien, porque no era liso. Ella fue muy importante para mí”, asegura El Puma.

Pero ya lo afirmó párrafos arriba, al Puma Rodríguez no le interesa demasiado pensar en el pasado, y su presente (que ya no es éste) en el instante de esta entrevista, era el teatro, la temporada teatral que lo trajo a Carlos Paz. Y él no quiso despedirse de Córdoba sin agradecer a Pamela David, “porque es difícil encontrar belleza, humildad y generosidad en una misma mujer”; a Virginia Gallardo, “una muchacha que tiene un ímpetu impresionante, con ganas de vivir la vida, de trabajar, de hacer”; a La Mole Moli, “a quien creo que conozco de muchas vidas y que es un muchacho grande, un ser transparente, que con sólo mirarlo uno se siente complacido”.
(En ese instante La Mole Moli, sonrió como un niño de 11 años. La comezón en la ingle no se detenía.)

Y El Puma continuó arremetiendo con agradecimientos a mansalva a todo el equipo con el que trabajó, “que siempre buscó el punto de contacto y no de conflicto”; a Gladys Florimonte, que “nombrarla es nombrar a una escuela de arte, a una institución”.

Y como postre dejó el agradecimiento final para su gran amigo de la vida y conductor de La Movida del Verano.
“Con Juan Alberto Mateyko nos conocemos desde hace mucho tiempo. La vida es cíclica. Hace un par de años, cuando lo vi entrar al Hilton en Buenos Aires, parecía que traía 600 kilos en el hombro, venía como doblado del pesar. Él me comentó sobre la propuesta que le habían hecho en Córdoba y me bastó sólo un segundo para que Dios me informara y le diga: ‘mirá, prepará las maletas y andá’. Cuando eso sucedió, nunca me imaginé que nos íbamos a encontrar aquí, pero el director de esta obra, que es Dios, nos puso juntos otra vez”. (Ahora El Puma lo mira a los ojos y cambia la tercera persona del singular por la segunda). “Y realmente admiro la capacidad y la pasión que tenés para trabajar, porque naciste para esto. Respeto mucho tu trabajo, te respeto como amigo, como hermano y me dio mucha felicidad que Dios nos reencontrara”.

La última frase tiene muchos destinatarios. “Gracias a todos por el gran momento que me hicieron pasar”.

En pocos instantes, la esbelta silueta del Puma Rodríguez comienza a alejarse por la misma pasarela que ingresó. Con Mateyko lo vemos partir, mientras el operador hace sonar ‘De Punta a Punta’. “Vino con un esplendor…”, dice Juan Alberto, fuera de micrófono.

Por su parte, La Mole Moli se quedó unos instantes sumergido en sus pensamientos, el ceño fruncido, la mirada clavada en la costanera del San Roque.
De repente tuerce la boca: “No me quedó muy claro eso de la reencarnación…”