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Territorio de Penumbras, lo nuevo de Cristina Bajo

Por Marcos Calligaris

La escritora cordobesa presenta en abril de 2011 su última novela, la esperada continuación de la Saga de los Osorio.

Cristina Bajo vuelve a darles vida a los Osorio. Su nuevo libro, ‘Territorio de Penumbras’,  forma parte de la Saga de los Osorio, una serie que la escritora inició parar contar la guerra civil argentina que comenzó con el fusilamiento de Dorrego y concluyó con el exilio de Rosas.

Este tomo, el cuarto, es la continuación de ‘La trama del pasado’ y transcurre entre principios de 1841 y 1843, en lo que significó una de las épocas más sangrientas de nuestra historia.

¿Desde dónde aborda su nuevo libro?
Desde el punto de vista histórico, cuento la historia de la represión de Buenos Aires sobre las provincias que exigían constituir el país.
Desde el punto de vista de la trama, desentraño la vida de los personajes de ficción, donde habrá algunas muertes, varios amores, secretos develados, personajes nuevos rodeados de misterio.

¿Por qué se propuso escribir sobre este tema?
Mi intención es mostrar la historia argentina contada desde las provincias, no desde Buenos Aires, como generalmente nos llega. A los hechos sucedidos en el interior suele dárseles poca importancia, y a veces nosotros mismos -los provincianos- ignoramos lo que pasó en nuestra tierra. Me parece que hay que rescatar esas historias del olvido.

¿Tiene techo la Saga de los Osorio?
Probablemente continúe durante dos libros más. Seguramente el quinto tomo será más breve, ya que existen ciertos baches en la historia de nuestra guerra civil. El sexto tomo cerraría la saga, con la caída de Rosas y la finalización del sangriento ciclo de lucha entre unitarios y federales.

En la Comedia Humana, Honoré de Balzac retrató a lo largo 137 novelas e historias interconectadas, la sociedad francesa en un período que abarcó desde la Restauración borbónica hasta la Monarquía de Julio (1815-1830). ¿Es su intención dejar un legado realista sobre la sociedad argentina de aquel momento a través de la ficción?
Sí, justamente de Balzac tomé la idea de relacionar los libros y pintar un retrato de la sociedad con personajes que van desde las clases más humildes hasta las clases más encumbradas, pasando por toda suerte de funcionarios militares y religiosos. Mi propósito es plasmar un testimonio lo más verosímil posible de la vida privada del país durante aquellos años.

¿Se imagina sus historias reflejadas en el cine?
He tenido varias propuestas, que lamentablemente no se han concretado, principalmente por el alto costo que tendría una filmación ajustada al contexto histórico, ya que debería hacerse en diversas locaciones, en espacios abiertos, con coches antiguos, mobiliario y vestuario de época. Pero por suerte la gente que lo ha propuesto mantiene la idea en vigencia, por lo que no pierdo las esperanzas.

¿Cuánto tiempo pasó desde su última publicación?
Presenté ‘La trama del pasado’ (tercer tomo de la saga) en mayo del 2006, pero en el 2008 salió mi libro ‘Elogio de la cocina’ y este año se ha editado ‘La Madre del Agua’, un librito de leyendas argentinas muy lindo, para chicos.
Mirando estas fechas, me doy cuenta de que este libro se hizo esperar, porque la investigación histórica fue muy ardua y compleja. Mis lectores me han reclamado esta demora, y les agradezco su comprensión.

Suele trabajar en varios proyectos narrativos a la vez, esto sin contar que participa activamente en diferentes medios con artículos y opinión. ¿Cómo conviven todas las tramas y los personajes en su cabeza?
Desde niña he tenido la costumbre de leer varios libros al mismo tiempo, de temáticas diversas, y me he acostumbrado a seguir el hilo de diferentes tramas. Supongo que por eso no me cuesta demasiado convivir con distintos argumentos, personajes o proyectos bullendo en mi cabeza, aunque a veces se me hace difícil encontrar tiempo para atenderlos a todos.

¿Hay algún proyecto literario, como lo fue ‘Elogio de la cocina’, que rompe con lo que viene haciendo, y que tiene pendiente publicar?
Sí, tengo pendiente un proyecto que me inquieta, el de hacer una historia de la vida privada desde la época de la colonia hasta finales del siglo XIX. También tengo en mente, aunque no está concretada, la idea de un libro sobre la arquitectura de Córdoba. Espero poder llevarlos a cabo a los dos, porque son temas que me gustan mucho.

Cristina Bajo sigue convirtiéndose día a día en esa pluma que toda sociedad debería tener. La escritora incansable que recrea la historia desde un sinfín de aristas, con un sinfín de recursos.
La tinta indeleble que registra para siempre los sucesos que vale la pena no olvidar.

La canción del suicidio


Por Marcos Calligaris


11 de enero de 1968.
Un hombre se suicida largándose por la ventana de un edificio en Budapest. Las versiones indican que el móvil podría ser una canción. Una canción que induce al suicidio y que se habría cobrado ya cientos de víctimas.

La leyenda urbana nos traslada 35 años atrás de ese momento, cuando promedia 1933 en la mismísima capital de Hungría. Allí en la ‘Perla del Danubio’ el músico autodidacta Rezső Seress, acaba de componer la canción ‘Szomorú Vasárnap’, a la que su amigo László Jávor ha versado con un triste poema que refleja los horrores de la cultura moderna.

‘Szomorú Vasárnap’ fue un fiasco. Más que un fiasco podría decirse que pasó totalmente desapercibida. Su melodía no lograba cautivar al gran público húngaro, aunque  tres años más tarde comenzaría a ganar popularidad por un triste record: 17 suicidios fueron relacionados con la canción en poco tiempo y las autoridades locales decidieron censurarla definitivamente.

La relación entre las muertes y la canción se fue estableciendo a medida que se supo que aquellas personas habían decidido quitarse la vida durante o después de escuchar la melodía, aludiendo a ella en sus cartas suicidas y hasta se mencionaron casos en los cuales los difuntos fueron hallados con la letra de la canción en sus manos.

De este modo la composición de Rezső Seress se convirtió en mala palabra en la ciudad de Franz Liszt y Sándor Márai y el resto del mundo comenzaba a conocerla como “la canción húngara del suicidio”.

¿Qué misterio encerraba su melodía? Nunca se supo. Pero al escuchar el original es imposible no asociarla con la melancólica expresión de un tango o de un fado de la misma década. Su letra no producía menos morriña que la música y contaba la historia de un hombre cuya ruptura con su novia acabó con el sentido de su vida. Ella se fue y no dejó más que un “Domingo Triste”, tal es su traducción al castellano.

Lo prohibido se vuelve tentador

 

Bastó que prohíban ‘Szomorú Vasárnap’ en Hungría para que los comerciales de las discográficas estadounidenses la vieran como un potencial éxito.

Así fue como la canción se convirtió en la célebre ‘Gloomy Sunday’, que popularizó Billie Holiday en 1941.

A partir del momento en que la morocha de Filadelfia comenzó a interpretarla, la leyenda de la canción suicida empezó a instalarse con fuerza en la sociedad americana y en gran parte de Europa. Los periódicos y las radios comenzaron a hacerse eco de los suicidios que llovían por doquier. Otra vez la canción, ahora disfrazada de ‘Gloomy Sunday’, era motivo de misterio y temor.

Es importante mencionar que  muchos de estos rumores pocas veces fueron fundamentados y probados. Algunos arriesgados se animaron a aventurar que todo se trataba de una deliberada campaña de marketing; otros afirmaban que los suicidios se originaban en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Lo cierto es que la famosa versión de Billie Holiday fue censurada por la BBC, tal como lo reveló años más tarde el periódico británico The Times. (1)

‘Szomorú Vasárnap’, se convirtió en un clásico. El himno suicida por excelencia. Fue ‘Gloomy Sunday’, ‘Domingo Triste’, ‘Sombre Dimanche’, ‘Ona pred ikonoi’, ‘Einsamer Sonntag’ o ‘Kurai Nichiyōbi’. Dominó la tierra.

La obra de Rezső Seress era la alegoría de la muerte en forma de canción y se propagó a través de la garganta de más de cien artistas consagrados, entre ellos Serge Gainsbourg, Heather Nova, Elvis Costello, Björk, Sara Brightman, Sarah McLachlan, Sinead O’Connor, Diamanda Galas, Lydia Lunch, Louis Armstrong, Bing Crosby y Sarah Vaughan.

Y además de muerte y temor, la canción inspiró películas como “La caja Kovak”, del director español Daniel Monzón; “Gloomy Sunday – una canción de amor y muerte”, del alemán Rolf Schübel, o el film japonés ‘Densen Uta’.

Muchas cosas se dijeron y se dirán acerca de ‘Szomorú Vasárnap’ o ‘Gloomy Sunday’. Escucharla genera cierto temor y en ese preciso instante uno desconfía de sus propios actos.

¿Qué le habrá sucedido a la gente que cayó bajó el poder de esta melodía maldita?

No lo sabremos, o quizás sí.

Pero hay un dato más. Un dato objetivo y escalofriante que deja abierto el enigma.

11 de enero de 1968. Un hombre se suicida largándose por la ventana de un edificio en Budapest. Las versiones indican que el móvil podría ser una canción. Una canción que induce al suicidio y que se habría cobrado ya cientos de víctimas.

Lo llamativo del caso es que quien engrosa la lista de presuntos suicidados al escuchar ‘Szomorú Vasárnap’, es su propio compositor, Rezső Seress.

 

1) El 6 de agosto de 2008, el diario The Times publicó un artículo titulado “La música censurada por la BBC”, en el que figura Gloomy Sunday, entre otros.

Litto Nebbia: “Me siento en el lugar donde debo estar”

Por Marcos Calligaris

Aquella madrugada del 2 de mayo de 1967, el dios de la música tomaba un vermouth en una pizzería de Balvanera mientras tarareaba compases de ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’, la canción que acababan de componer John Lennon y Paul McCartney. El dios, piernas cruzadas, look hippie, pelo largo, no soltaba el faso mientras esbozaba una sonrisa al escuchar por radio que a los yanquis se les ponía brava en Vietnam.

Cuentan quienes lo vieron esa madrugada que, bastante chupado, no paraba de hablar del Verano del amor y del Flower Power.

No estaba solo, lo acompañaban algunos de sus discípulos. De repente el dios se puso de pie y tambaleando llamó a uno de ellos y le dijo: Tú eres Litto Nebbia y sobre ti construiré el rock nacional y las fuerzas del infierno no lo podrán vencer.

En seguida, Litto miró con complicidad a Tanguito que se acercaba y corrieron hasta el baño de hombres de la pizzería ‘La Perla del Once’, ubicada en la esquina de Rivadavia y Jujuy, donde concibieron ‘La Balsa’, la canción fundadora del rock nacional argentino y una de las primeras y más influyentes del rock iberoamericano.

Por entonces Buenos Aires era el Pandemoniun, la capital del infierno donde gobernaba de facto un militar de pacotilla, Juan Carlos Onganía, quien llegó a censurar hasta “La Consagración de la Primavera”, de Igor Stravinsky o el estreno en el Teatro Colón de la ópera de Alberto Ginastera y Manuel Mujica Láinez. A los pelilargos apóstoles del rock no les quedó otra que habituarse a la censura, al exilio o la cárcel, donde eran abonados casi diarios. El Cordobazo arrojaría un manto de justicia años más tarde, pero esa es otra historia.

Puesta en marcha esta nueva era musical, hubo muchos profetas, algunos elevados a la condición de deidad, otros menoscabados. Tanguito, sumido en las drogas, terminó su vida a los 26 años en las vías del Ferrocarril San Martín.

Por su parte Litto Nebbia comenzó una prolífica carrera cuyo reconocimiento llegó y continúa llegando tras hacerse esperar un tiempo. ‘Litto Nebbia inventó el asunto, después venimos el Flaco y yo’, supo afirmar Charly García a Jorge Guinzburg en ‘Peor es Nada’, por si quedan dudas. “Hace falta ser muy genio y muy tierno para componer ‘Sólo se trata de vivir’. Gracias por ser nuestro ejemplo de compromiso y de ética con la música argentina. Gracias por marcarnos el camino por el que pasamos todos”, dijo de él Andrés Calamaro. Así, los halagos se multiplican. Y hasta el Estado lo condecoró: “antes me metían preso y ahora me nombran Ciudadano Ilustre de Buenos Aires”, reprocha Nebbia.

A los 62 años, Litto -nacido Félix Francisco Nebbia Corbacho, en el seno de una paupérrima familia rosarina-, cuenta con más de cien discos; arriba de mil cien canciones grabadas y experiencias musicales en bandas que van desde la mítica ‘Los Gatos’ al ‘Litto Nebbia Trío’.

Tus padres eran de origen humilde. ¿Pudiste ayudarlos con el progreso de tu carrera?
Desde que nací vivíamos en Rosario, en la pieza de una pensión hasta mis 16 años. Luego me fui para Buenos Aires y al tiempo, cuando tuvimos suerte con ‘Los Gatos’, lo primero que hice fue comprarles un departamentito y traerlos conmigo.

 ¿Tuviste tiempo para pensar en otra profesión, o desde muy chico sabías que ibas a ser músico?
Tuve esta suerte, este privilegio de que mis padres fueran muy artistas y me trasmitieran esta vocación con mucha pasión y fuerza.

¿Qué tiene Rosario para que surjan tantos músicos?
No hay una respuesta exacta. Pero intentando alguna te diría: ciudad con puerto, inmigración exagerada, gran movimiento… No es propiamente el interior, y no quiere parecerse a la Capital.

Te tocó irte a Buenos Aires para triunfar. ¿Crees que sigue siendo igual, o ahora hay más posibilidades desde el interior?
El músico tiene que viajar. A veces pienso que todo el mundo debería tener la posibilidad de viajar, de conocer. Se te abre el panorama de la existencia. Lo de tener que venir a la gran ciudad es en todo el planeta igual. Si estás en Brasil y querés tocar, te vas a San Pablo o Río de Janeiro. Si sos de Estados Unidos te vas a New York o Los Ángeles. Te vas en principio a donde está concentrado todo.

Tenés una hija, ¿a qué se dedica?
Miranda tiene 27 años y hace cine. Concretamente realiza los DVD que produzco para mi productora Melopea y Luminaria Films. También estudia Historia y está a punto de recibirse.

Hoy el rock en español es toda una institución. ¿Sentís orgullo de ser catalogado como el fundador del género o es una mochila pesada?
Me siento en el lugar donde debo estar. Esta profesión tiene sus cosas.
Por un lado recibís el cariño y elogio de gente que te quiere realmente, pero también, aunque sea en menor medida, el de tipos envidiosos.
Yo no me desbando para ningún lado. Trato de seguir el consejo de mi padre que decía: “cuando te digan que sos un genio, no les des bolilla…y cuando te digan que lo que hacés no vale nada…no les des bolilla”. Uno sabe bien en su corazón qué es lo que hace.

¿Cómo tomás los permanentes elogios de tus colegas?
Cualquier elogio es halagador. Pero a veces me quedo extrañado.
Muy pocos saben realmente todo lo que escribo y sus características originales.

La Balsa, según pasan los años

El popular sencillo ‘La balsa’, fue creado por Litto Nebbia y Tanguito en circunstancias poco habituales, en el baño de caballeros de la pizzería ‘La Perla del Once’ y es considerada la canción fundadora del rock argento.

‘Los Gatos’ la grabaron el 19 de junio y fue lanzada el 3 de julio de 1967, superando los 250.000 discos vendidos y desatando en Argentina el furor juvenil por el rock en español. Ha sido considerada por la Revista Rolling Stone y la cadena MTV como la mejor canción del rock argentino de todos los tiempos.

¿Cómo recordás aquella madrugada?
Tengo gran facilidad y espontaneidad para escribir, para tocar. Como que casi siempre estoy en vena. Lo que hice esa noche de ir para el baño, fue cuando Tango me pidió que lo ayude para seguir la primera idea que se le había ocurrido. “Estoy muy solo y triste en este mundo de mierda…” Es en ese momento que tomé la guitarra y de un tirón me salió el tema completo. Letra y música. Muchas veces me salen canciones de esa manera, esté donde esté. No quiere decir esto que no le dé importancia, pero la trascendencia comercial de “La Balsa” es tan grande históricamente, que siempre aparece alguien que quiere que le cuente alguna anécdota y en realidad podría contar anécdotas de todas mis canciones.

Hay quienes sugieren que el significado figurativo de esa balsa eran las drogas, otros dicen que era la libertad. ¿Cuál es tu visión?
No tengo problema en que cada quien le dé el sentido figurativo que se le ocurra, pero no es así. En esa época tenía la costumbre de escribir letras con metáforas sobre la libertad y cosas que me preocupaban. Usaba un lenguaje metafórico como si fuera un cuento o fábula para que no me las prohibieran. Había mucha censura. Si te fijás, casi al mismo tiempo que escribí ‘La Balsa’ para hablar de la libertad, que el tipo se quiere escapar de la ciudad, hacerse una balsa y salir a la mar, también escribí ‘El Rey lloró’, donde el campesino le demuestra al Rey, que a pesar de todo lo material que posee, no es feliz. Y finalmente escribí ‘Viento, dile a la lluvia’, donde nuevamente, para pedir por la libertad, el pajarito le dice a la lluvia que lo deje volar… ¿Más claro imposible, no?

Naufragar’ es una palabra clave en la canción, un fin. ¿Cuál era el sentido de la misma para ustedes en ese momento?

Naufragar para nosotros era sencillamente quedarnos despiertos hasta la mañana, divagando, charlando, componiendo. Vivir la vida plenamente. Cuando llegaban las primeras horas del día y veíamos que la gente pasaba corriendo apurada para ir a trabajar, nosotros sentíamos que habíamos sobrevivido a la noche… los náufragos.

La música te dio la posibilidad de construir una balsa. A 43 años de aquel momento, ¿sentís que lograste partir ‘hacia la locura’, naufragar?
Creo que casi todo lo hace la cabeza. El amor o el odio. La poesía o la guerra.
Uno se construye un poco hacia adentro, para no ponerse tan vulnerable frente a la verdadera locura diaria de la sociedad.

¿Habrá un nuevo regreso de ‘Los Gatos’?
No más. Sólo ese festejo de los 40 años que hicimos tocando en nuestra ciudad, Rosario y luego en el Gran Rex. Quedó el registro de ambas cosas en CD y DVD.

“Hay que ser consecuente con los ideales”

Si bien es unánime el reconocimiento a Litto Nebbia como piedra fundamental del rock nacional, él prefiere no creérsela y afirma no ser ni el ‘colonizador del rock’ ni ‘el que inventó todo’.

¿Cuál es entonces tu aporte al rock nacional?
Mi aporte es sumarle originalidad y buen gusto a la música popular de nuestro país.
También es propagar con mi actitud, que en la vida uno debe ser consecuente con sus ideales.

¿Cómo ves al rock nacional hoy, teniendo en cuenta que nació y brilló en un período de libertades acotadas?
Todo es muy comercial. Hay poca preparación, nada de profundidad. Desgraciadamente,  a veces cuando opino de esta manera, algunos creen que estoy en eso de que ‘todo tiempo pasado fue mejor’. Para nada. Soy una persona que nunca para, que siempre está buscando algo nuevo para evolucionar y para emocionarse. Pero muchas de las cosas de hoy suenan muy ‘chafas’. Las letras son elementales. Pero no es responsabilidad tan sólo de nuestra sociedad argentina. Hay que comprender también las cosas por las que ha pasado nuestro querido país. Los años de dictadura fueron demoledores y relevantes para cómo siguió luego el futuro. En los ochenta comenzó un vaciamiento de cerebro y un sentimiento de individualidad que persiste y es mayor aún en estos días. Querido, con lo que te tiran por la cabeza los grandes medios como mensaje… ¿quién resiste? (Risas).
Ponete a pensar que en mi adolescencia lo mejor y más comercial eran The Beatles, calidad insuperable que nadie puede hoy discutir su vigencia.
Ponete a pensar que en la adolescencia de mis padres, lo mejor era Aníbal Troilo.
Prendé cinco minutos el televisor ahora y tenés la respuesta.

 ¿Cuál considerás tu canción más especial, la que más te llega?
No tengo una que quiera más. Para mí, las composiciones son los momentos que voy viviendo, lo que me sale porque tengo que comunicar, que transmitir. Luego, si hacemos balance o selección, seguramente te puedo señalar alguna que considere mejor que otra, pero que me guste una en especial, no.

¿Cuántos discos llevás editados?
La vez pasada estaba anotando cronológicamente un listado de todos los discos en que aparezco, con la idea futura de hacer un libro de grabaciones. No sólo en mis discos como solista, sino también donde aparezco como sesionista, arreglador o productor o músico invitado, pasé los 500 discos.

En ‘Noticias’ afirmaste que no podés vivir de los derechos de autor, aun habiendo grabado más de mil cien canciones. ¿En Argentina un músico vive sólo de sus presentaciones?
Muy pocos viven de su música – entre los que estoy yo, gracias a Dios- , pero es de la sumatoria de la actividad: de los Derechos de autor de las composiciones, de hacer arreglos, de escribir música para películas, de vender discos y realizar actuaciones.
Esto, lógicamente, exceptuando a quien transitoriamente la pega con un tema comercial, y en ese tiempo capaz que cobra muchísimo dinero, aunque no signifique que su música va a ser interpretada por 40 ó 50 años, o más tiempo.

Wild Cats, Los Gatos Salvajes, Los Gatos, Nebbia’s Band, Huinca, Litto Nebbia Trío… ¿tenés especial preferencia por alguna de las bandas que tuviste?
Absolutamente no. Cada etapa es casi cronológica a la vida de uno. Cada agrupación suena distinta y es valiosa, porque todos los seres humanos somos distintos.

“Siempre he logrado trascender con mis ideas personales”

Creador nato, Litto Nebbia no puede con su genio y además de seguir sumando canciones a su palmarés discográfico, hace años fundó su propio sello discográfico con el que evita tener que transar con las grandes compañías.

¿Estás trabajando en un nuevo álbum?
Estoy terminando un álbum doble, que se titulará ‘La Canción del Mundo’.
Pero también tiene el subtítulo ‘Chefchaouen’, que quiere decir Ciudad Antigua, y es un barrio de la Medina en Marruecos. Una foto hermosa de este lugar tomada por mi amigo Ricardo Murad, será la portada del álbum.
Aquí toco mucho con mi banda ‘La Luz’. También hay otros músicos invitados y algunas cosas que emprendí solo. Hay mucha canción nueva pero también regrabación de algunas viejas que han quedado perdidas. Muchas viñetas instrumentales que están enraizadas con la música étnica internacional. Desde pequeño vengo escuchando mucha música del mundo, no sólo rock, jazz, tango, folklore o bossa nova, también música del Mar Caspio, Turquía o Azerbaiyán. Cuando improvisan, cuando tararean el canto, lo siento muy parecido a lo que yo hacía con mis padres cuando era niño.
También estoy por la mitad de dos álbumes que saldrán en un libro escrito por el periodista Marcelo Gobello, sobre la música en Inglaterra y U.S.A durante los años ‘50 y ‘60. Uno de los discos es ‘Oldies & Psychodelic Years’ y el otro ‘The British Invasión’. Me va a encantar hacer en inglés -el idioma original- canciones que adoraba cuando tenía 13 ó 14 años. También lo hago, porque este libro y los discos, intentan reflejar que en esa época las canciones que llegaban a los primeros puestos del ranking,  se hacían famosas y millonarias, y no eran de mal gusto como hoy día.
Además de esto, estoy comenzando la grabación de un álbum de Silvina Garré. Me ha sorprendido diciéndome que quiere grabar un disco con todas canciones mías y que además toque y se lo produzca. Nada más placentero, ya que sigue siendo para mí una de las voces de mujer más originales y sentidas de nuestro país.

Con ‘Melopea’ has editado material inédito, música poco comercial para las grandes compañías. En una entrevista afirmaste que no sos “un mecenas, ni te llenás de plata”. ¿Qué te proporciona entonces tener tu propio sello?
El placer espiritual de seguir haciendo lo que me dicta el corazón y mi educación. Una verdadera vocación que tengo por el arte, inculcada desde muy pequeño por mis padres. Desde adolescente tuve la idea de llevar paralelamente muchas cosas al mismo tiempo, cosas que armonizan con un mismo concepto.
A veces encuentro gente que se extraña porque hago muchas cosas. No entienden de dónde saco el tiempo, cómo es que puedo grabar mis discos y llevar muchas veces la grabación de otros. Creo que cuando hacés algo que te gusta, que amás, el tiempo reloj no es el mismo que si trabajás en algo rutinario.
Ésta es una profesión en la que a diferencia de otro trabajo común, en vez de pensar ‘cuánto falta para irme, pensás, ‘cuánto falta para que empiece’.
El arte necesita libertad. Yo soy compositor, músico, productor, y siempre he logrado trascender con mis ideas personales. Se me ocurrió fundar un sello a mediados de los ‘70, porque me di cuenta que no iba a soportar tener que consultar con un directivo cómo es que voy a hacer el disco.
Que no se entienda mal. Puedo compartir lógicamente la estética, sonido o cualquier idea de producción, pero no puedo estar esperando para que me den el OK sobre qué, cómo y cuándo puedo grabar.

Hay que tener buen ojo para ser productor…
Recuerdo que un tiempito antes de crear Melopea, había producido el primer disco solista del gran trompetista Roberto ‘Fats’ Fernández (ya tiene 9 álbumes grabados en Melopea). Lo ofrecí y me lo rechazaron porque era instrumental y decían: ‘¿quién va a comprar un disco de un gordo tocando la trompeta?’. Hoy es un músico reconocido internacionalmente. Tuve la suerte de comenzar a grabar muy adolescente. Los discos que hice para compañías Majors internacionales, ya vendieron más de 10 millones de copias históricamente. ¿Alguien puede pensar que para grabar mi nuevo disco tengo que hacer un ‘demo’? A veces hago el chiste de que si hoy aparecieran Los Beatles, a lo mejor en alguna discográfica los harían esperar para atenderlos. Bueno, no es un chiste. En Londres, al primer sello que fueron Los Beatles a probarse, el director artístico los rechazó. Claro, después lo despidieron. En muchos lugares finalmente pasan las mismas cosas a veces.

 Así como la ‘Rolling Stone’ puso en tapa a ‘La ‘Mona Jiménez’ argumentando que lo que producía era ‘cultura rock’, ¿Hay alguna expresión en la actualidad que esté más cerca del rock que hacían ustedes en los ‘60?
Quizá hay una esperanza en bandas muy jóvenes, tipo ‘garage’ o bien las que admiran la época psicodélica o el Merseybeat.

¿Qué banda de rock nacional actual es la que más te gusta?
Me gustan algunas cosas de ‘Pez’, el dúo ‘Orellana-Lucca’, de Santiago del Estero y ‘Gonzalo Aloras’, de Rosario.

Volvamos a los ’60. ¿Es cierto que llegaron a meterte preso 20 veces en un mes?
En un mes y medio, creo… (Risas)

Tal como lo vaticinó aquel dios hippie, gracias a profetas como Litto Nebbia hoy el rock nacional es toda una institución y las fuerzas del infierno no lo pudieron vencer.

Ping Pong sobre artistas

Oscar Moro: entrañable e irremplazable músico.

Ciro Fogliatta: viejo compañero y gran músico.

Charly García: buen tipo. Ojalá se recupere.

Tanguito: un adolescente malogrado, con condiciones artísticas.

Spinetta: original músico y consecuente.

Fito Páez: talentoso y movedizo.

Andrés Calamaro: carismático, original y generoso.

Juan Carlos Baglietto: buen cantor. Tiene que salir a tocar más.

Sandro: un tipo muy querido por su humildad.

León Gieco: buena persona.

Miguel Abuelo: chispa artística. Desperdiciado.

Nito Mestre: amistoso y moderado.

Indio Solari: no sé de él.

Gustavo Cerati: correcto músico.

La ciudad de los famosos

Por Marcos Calligaris

Hace tiempo que me cuestiono la trascendencia.

Yo quería ir a un lugar donde pulularan los famosos, gente trascendental, personalidades que cambian al mundo, poetas, cantantes, compositores, físicos, militares condecorados, políticos encumbrados, artesanos.

Yo quería echar un vistazo a esa gente a través de la cual la humanidad va narrando su historia. Los ganadores. Quería conocer de cerca las diferencias entre la gente que trasciende y la que no, por eso me dirigí hacia este lugar.

Hubo quienes me sugirieron ir a Hollywood Boulevard, otros me propusieron quedarme parado en la vereda de mi casa, en mi barrio ignorado, que “por allí es donde pasa la gente que importa”. Pero finalmente llegué hasta aquí.

Me encuentro parado frente a la puerta de entrada de esta ciudad que cuenta probablemente con la mayor cantidad de famosos por metro cuadrado en el mundo.

En esta urbe convive silenciosamente una comunidad que ha dado grandes aportes a la humanidad, un grupo de personas que en diversos ámbitos ha hecho que el mundo deje de ser el mismo.

Franqueo el coqueto pórtico de entrada y puedo comprobar con mis propios ojos la condición sine qua non para habitar esta lúgubre ciudad: estar muerto.

El cementerio del Père-Lachaise está oscuro, es oscuro, más que afuera de los muros, donde habita la vieja París.

No es el caso de hoy, pero a menudo los parisinos lo utilizan como parque. Parque temático de la muerte si los hay. Por esta última morada de 43 hectáreas y más de 70.000 tumbas pasan más de dos millones de visitantes al año, gente que mira a los muertos desde su posición ventajosa, al menos por un tiempo.

El nombre del camposanto es un homenaje a François d’Aix de La Chaise, conocido como el Père La Chaise, quien fuera un jesuita confesor del rey Luis XIV de Francia y que ejerció sobre él una moderadora influencia durante la lucha contra el jansenismo.

A una casa construida sobre esta colina acudían los jesuitas para reposar. Allí el Père La Chaise vivió hasta el día de su muerte.

Años más tarde, el 1 de diciembre de 1780 se cerró en París el Cementerio de los Inocentes y se aplicó tardíamente una ley de 1765 que prohibía los cementerios en la ciudad. París comenzó a necesitar de lugares para sepultar a sus muertos. Fue entonces que Napoleón Bonaparte, por entonces cónsul, decreta que “cada ciudadano tiene derecho de ser enterrado, cualquiera sea su raza o religión”. Y así nacen los cementerios de Montmartre, Montparnasse, Passy y Père-Lachaise.

El cementerio del Père-Lachaise pasó rápidamente de no tener ‘habitantes’ a llenarse de celebrities, luego de que la alcaldía de Paris organizara el traslado de los restos de Héloïse y Abélard, así como los de Molière y La Fontaine.

Camino a la muerte

Una gruesa gota de lluvia cae sobre mi cabeza y detiene su recorrido en la nuca. Ya estoy empapado, unido a la lluvia y al crudo invierno que amenaza con matarme, allí, en ese lugar tan apropiado para la muerte.

A mi costado, y en iguales condiciones, se encuentra el poeta norteamericano Ronnie Neal. ¿Que cómo sé que es poeta? Qué ironía, esas cosas no se explican con palabras. Con él vamos a recorrer la ciudad.

Comenzamos a caminar hacia el corazón del cementerio.

Así como el agua absorbida por nuestras ropas hace dificultoso nuestro andar, los árboles necrófagos nos lanzan la primera advertencia. Ellos son más fuertes y resistentes. Al final de los días continuarán naciendo y atravesando nuestras tumbas, nuestros cuerpos, nuestras ciudades y pese a todo, perduraran como aquí lo han hecho.

Me detengo ante su imponencia fantasmagórica. Los miro empequeñecido y pienso en el Edén, aquel paraíso donde todo empezó algún día y me pregunto si el Génesis no estará narrado de atrás para adelante…

–          Señora ¿sabe usted dónde está…?
–          ¿Jim Morrison? – adivina ella, probablemente al constatar nuestra juventud.
–          Sí, a Morrison es quien buscamos. – agrega mi amigo poeta. (Aunque en realidad buscábamos a Oscar Wilde.)

La mujer, paragua en una mano y ramo de rosas blancas en la otra, nos mira de arriba abajo y luego resuelve: “síganme, yo voy a visitar a alguien que está cerca de él”.

Una veintena de flores empapadas descansan sobre una tumba sin valor artístico.
“James Douglas Morrison 1943- 1971, Kata ton daimona eaytoy”, leo en voz alta.

Ronnie clava la vista en el epitafio y se muestra pensativo. Pero de repente lo escucho reaccionar: “Kata ton daimona eaytoy, ‘fiel a su propio espíritu’ en griego. Jim Morrison, sex-symbol, el provocador, ídolo rockero, símbolo de la protesta contra la guerra de Vietnam, lo atraía el chamanismo, actor, poeta maldito… ¿Sabías que lo encontraron muerto a los 27 años en la bañera de su departamento, acá a pocas cuadras? Una leyenda…”

El agua nos golpea ahora con más violencia. El silencio se traga por un momento las palabras de Ronnie.

Tras un instante lo veo voltearse hacia mí y con voz decidida me espeta: “Pero está ahí, no es nada, polvo. Ahora es nuestro tiempo, somos hombres, estamos vivos, corramos a escribir, corramos a vivir, somos hombres, él no es nada”. Nos damos media vuelta y nos marchamos, como victoriosos.

Un nocturno comienza a sonar en mi cabeza y lo silbo a medias.
“Nocturno en do menor, Op. 48, No. 1. Chopin se lo dedicó a la señorita Duperré”, arriesga el poeta con total certeza.
Ambos sabíamos que nos dirigíamos hacia donde descansan los restos mortales de Frédéric Chopin, quien por esas cosas de la muerte, reposa a escasos metros de Morrison.

–          ¿Qué hace Chopin acá, si era polaco?, pregunto.
–          Y vos sos argentino, me responde Ronnie.
–          Pero yo no soy Chopin, ojalá supiera tocar el piano…
–          No, no sos Chopin. El está muerto desde 1849.

De repente pienso en Isabel Allende, hace unos días la escuché decir: “vamos a ser polvo, tú y yo”. Lo repito en vos alta.

–          Sí, vamos a ser polvo, todos, sin excepción pero este es nuestro tiempo. Morrison y Chopin ya tuvieron el suyo, insiste Ronnie.

De repente me dan ganas de salir corriendo, de cantar, de aprender a tocar el piano, de vivir, de aprovechar el tiempo. ¿Acaso no somos tiempo?

La lluvia se vuelve torrencial.

–          Hay que ser vivo para recorrer un cementerio un día de invierno, con lluvia, sin paraguas…
–          ¿Cómo?, me pregunta ingenuamente Ronnie.
–          Nada, nada, le respondo. Es un mal chiste.

A pesar de que no vimos casi nada, no queremos ver mucho más, ya fue suficiente. Pero estamos atrapados en los laberintos del Père Lachaise y es difícil escapar. A medida que buscamos la salida, pomposos mausoleos, pequeños lúgubres palacios nos cortan el camino y un desfile de muertos nos habla. Yo les escucho decir que no perdamos el tiempo, ellos lo saben por experiencia.

–         Mirala a Edith Piaf, qué lindo que cantaba.
–         No, no… mi preferido es este, Yves Montand. ¿Sabías que tuvo un romance con Marilyn Monroe?
–         Y aquel del busto es Honoré de Balzac. Escribió 137 obras entre novelas e historias interconectadas que retratan la sociedad francesa en el período que abarca desde la Restauración borbónica hasta la Monarquía de Julio. ¡Qué escritor!
–         Debe haber sido. Y qué peinadito que tenía…
–         Hablando de escritores. Mirá quién está acá. ¿Leíste El retrato de Dorian Gray?
–         No. Wilde es una deuda todavía.
–         Este es Gilbert Bécaud, te recomiendo que escuches ‘L’indifférence’.
–         I’ll do it.

Por fin veo una luz al final del camino. Pero esta es la luz de la vida. La salida está frente a nosotros. Atrás nuestro todavía sigo viendo nombres. Eso son, nombres: Georges Bizet, Pierre Bourdieu, Auguste Comte, Eugène Delacroix, Gérard de Nerval, Camille Pissarro, Marcel Proust, Guillaume Apollinaire, María Callas, Gustave Caillebotte y tantos otros.

Ahora caminamos cuesta abajo hacia la ciudad. Ronnie anota algo en su Moleskine. Yo tengo apuro. Acabo de entender que trascender es estar vivo.

Raúl Lavié, la voz mayor del tango

Por Marcos Calligaris

Tac, tac, tac y el último escalón. Los pasos cansinos se detienen en la cima de la escalera.

El teatro luce vacío. El silenció es tal, que puede escucharse.

Tras unos instantes los pasos toman envión nuevamente y se dirigen hacia mí. Tac, tac, tac y de repente, la sombra de una persona se detiene firme ante la mía que parece disiparse.

Giro la cabeza y como quien contempla un busto lo miro de abajo a arriba. Zapatos que brillan con luz propia, pantalón negro, camisa a rayas azules a medio prender y un crucifijo de plata que desparrama las psicodélicas luces del escenario.

Lo miro a los ojos y compruebo que es la persona que espero. Con un barítono “hola, ¿cómo andás?”, Raúl Lavié se presenta y al escuchar la tesitura de esa voz me traslado a aquella noche del ‘84 cuando Astor Piazzolla la calificó como “la mayor de Buenos Aires”.

A través de esas mismas cuerdas vocales procuro escuchar una historia, la historia en primera persona de ese rosarino que de niño amaba pintar, pero que terminó convirtiéndose en uno de los cantantes más importantes de la historia del tango. Pretendo saber cómo fueron aquellas actuaciones con personajes como Héctor Varela, Gidon Kremer, Cacho Tirao o Libertad Lamarque, así como las giras mundiales con el Gran Astor. “Piazzolla es un genio”, me resume ante una primeriza pregunta sobre el bandoneonista, con quien se presentó hasta en Japón. Sí, hablaremos de eso también. Avanzamos hacia el escenario.
Imposible será dejar pasar su historia teatral, si este visitante ilustre del mundo actuó en más de 30 obras sobre los más prestigiosos escenarios, desde la porteña Rivadavia a Broadway, desde México a Los Ángeles.

También actuó en 17 largometrajes, hizo televisión, comedias musicales y telenovelas. “Lo que más me gusta es el hecho de estar sobre un escenario haciendo lo que sea, es mi vida”, dirá más tarde, no antes de hablar de la importancia de su familia.

Tomamos asiento a un costado del escenario, dentro de unos minutos la sala rebozará de tangueros y la voz del ‘Negro’ saldrá a perseguir compases, con ese fraseo particular que lo hace diferente.
Ahora y para no perder la costumbre, somos todo oídos.

Si lo que te apasionaba era pintar, ¿cómo llegaste al canto?
Llego prácticamente de casualidad. Cuando tenía 14 años conocí a un amigo, mayor que yo, a quien le gustaba cantar y era admirador de Carlos Gardel. Un día me pidió que lo acompañara a un instituto musical porque quería aprender a cantar. Lo acompañe y allí un profesor, luego de hacerme cantar de prepo, me dijo: “Pibe, vos tenés que cantar”. Yo le respondí que sólo iba para acompañar a mi amigo. Luego este señor fue a mi casa a hablar con mis padres y prácticamente me obligaron a empezar a vocalizar.  Luego ya me entusiasmó el hecho de participar en el coro del instituto, después vino la orquesta del mismo y así comencé la carrera hacia el profesionalismo.

En esa instancia previa que va desde el amateurismo hacia el profesionalismo, ¿qué música te gustaba hacer?
Hice de todo. Corría la década del ‘50 y el tango era la música por excelencia, lo que todo chico comenzaba cantando. Yo canté en orquestas características, pero también en orquestas de jazz, un poco de todo. Luego empecé a cantar tango con la orquesta de Rosario.

Hay un momento clave con la Orquesta de Rosario que marca tu partida a Buenos Aires…
Sí, de la Orquesta me despidieron porque decían que desafinaba. Entonces viajé a Buenos Aires y me volvió a pasar casi exactamente lo mismo que cuando era chico: un amigo que conocía de Rosario me pidió que lo acompañara a Radio Belgrano, una vez ahí me pidieron que cantara algo y así comenzó la historia de la que hoy estoy disfrutando.

¿Cuál fue el siguiente paso?
Al poco tiempo debuté en Radio El Mundo como solista, con una Orquesta estable de 40 músicos.

Teatro y algo más

En 1986 El ‘Negro’ Lavié se presentó en Broadway donde obtuvo cuatro nominaciones para el premio Tony. Catorce años más tarde regresaría y sería nominado nuevamente.

Protagonizó más de 30 obras de teatro, entre ellas Hello Dolly y El hombre de la Mancha, en México, y ‘Annie’, ‘Pippin’ y ‘Zorba el griego’, en Argentina

Por sus asiduas presentaciones y popularidad fue nombrado visitante ilustre de Los Ángeles y Tokio, y ciudadano ilustre en Chubut, Bariloche, Mar del Plata y Rosario.

¿En qué momento surge tu vocación actoral?
Fue en la década del ‘60. Yo ya tenía cierto nombre, ya había actuado con la Orquesta de Héctor Varela -que era el número uno en ese momento- y ya tenía mi Orquesta propia. El tango comenzó a perder vigencia, las Orquestas tendían a desaparecer por falta de presupuesto y surgía la música que la juventud exigía. Todo eso repercutió en mí y me llevó a encarar otros géneros musicales que yo ya había hecho en mis comienzos. Al mismo tiempo hice una evaluación sobre lo que quería hacer, me decidí por la actuación y busqué la forma de acceder al teatro. Lo logré en 1965, cuando debuté con una comedia llamada ‘Locos de verano’, un clásico del teatro argentino. A partir de ese momento nunca dejé de participar en alguna obra teatral. Tuve la oportunidad de crecer como actor a través de distintos géneros del teatro.

 ¿Cuál fue la importancia de “Tango Argentino”, aquella obra que brilló en Broadway?
Ese espectáculo fue el que marcó el renacimiento del género en el mundo. Nosotros arrancamos a fines del ‘83 en París, luego en el ‘86 hicimos Broadway, donde nos convertimos en la primera compañía netamente argentina en actuar allí y donde competimos con grandes producciones obteniendo cuatro nominaciones para los premios Tony. Ese espectáculo despertó el interés del tango en todo el mundo y por supuesto, después volvió a Argentina.

¿Qué trabajo disfrutaste más?
Lo que más me gusta es el hecho de estar sobre un escenario haciendo lo que sea, es mi vida. El teatro es fundamental en mi carrera, ahí aprendí todo lo que es mi profesión. Uno puede ir a institutos a que le enseñen toda la base para poder hacer una carrera de actor, pero la verdad está en el escenario, en el trabajo. Yo tuve esa suerte, tengo más de 55 años de actuación.

¿Qué significó haber participado en ese generador de estrellas como fue el ‘Club del Clan’?
El ‘Club del Clan’ es fundamental en mi carrera, como cada una de las cosas que hice. Me dio una popularidad rápida y lo pasé muy bien. Pero reitero, lo más fundamental para mí es poder estar en un escenario después de tantos años.

En los ‘90 una encuesta realizada por la revista ‘La Maga’ te situó entre los 10 cantores más importantes del tango. ¿Qué significó para vos?
En aquella oportunidad la gente eligió mi nombre entre los diez artistas más populares de la historia del tango. La particularidad fue que los otros 9 ya estaban muertos. Fue como un agasajo para mi espíritu.

Frecuentemente afirmás que no recibiste influencias de otros artistas. ¿A qué se debe?
Como realicé distintos géneros musicales durante toda mi carrera, fui creando un estilo propio. Yo comencé cantando tango, pero después cantaba en inglés, cantaba jazz y hasta folclore y eso me dio mi propio estilo.

Piazzolla y el mundo

Uno de los grandes compañeros artísticos de Raúl Lavié fue Astor Piazzolla, y el ‘Negro’ no duda de la impronta del marplatense en la historia grande del tango. “Piazzolla es fundamental. Yo creo que en el tango hay tres cosas fundamentales, una de ellas es Gardel, luego los hermanos De Caro, quienes revitalizaron la forma de tocar el tango a través de la armonía y la composición, y gracias a quienes comenzaron a aparecer los grandes músicos, entre ellos Astor Piazzolla, quien finalmente actualiza y renueva el tango. Es un genio, yo creo que por suerte tuvimos a un Astor Piazzolla”, afirma.

¿Qué pensás de quienes en su momento veían en la figura de Piazzolla a una especie de destructor del tango?
Son tonterías a las que no hay que prestarle atención, porque finalmente la historia es la que se encarga de marcar la realidad. Actualmente Piazzolla es reconocido en todo el mundo y cuando se habla de él, se habla de tango y de la Argentina. Lo que dijo en aquel momento cierta gente, no tiene validez.

Japón forma parte de tu historia, así como la del tango…
Japón fue uno de los primeros países en adoptar el tango tal como era, el tango nuestro. Y  a su vez generó también muchos artistas locales que llegaron a cantar tango por fonética, sin entender lo que estaban diciendo. La primera cantante japonesa que llegó a nuestro país lo hizo ya en la década del ‘50, se llamaba Ranko Fujisawa y no hablaba una sola palabra en castellano. Para ellos el tango es muy importante.

Luego vendría el debut en Japón junto a Piazzolla…
Sí. La primera visita tanto mía como de Piazzolla a Japón, la hicimos juntos en 1984. Hicimos un espectáculo en el que incluimos a Ranko Fujisawa y ese concierto en vivo fue editado el año pasado en Tokyo.

“Mi esposa es mi mano derecha”

Casado en terceras nupcias, Lavié tiene cinco hijos y seis nietos.
En cada una de sus presentaciones puede verse a su esposa ayudándolo en todo detalle. “Laura es más que mi mano derecha, es quien maneja mi agenda, mis compromisos, quien me saca de encima cuestiones que a veces no quiero atender, ella me aconseja. Luego de estar tantos años juntos ha aprendido los secretos del espectáculo y eso me ayuda mucho”, afirma, confiesa.

Pero mucho antes de Laura, el cantante estuvo casado con una de las por entonces más populares mujeres de Argentina, la actriz, periodista, modelo y actual diputada nacional Lidia ‘Pinky’ Satragno. De su matrimonio nacerían dos de sus hijos y algunas disputas en los medios.

“Mi casamiento con Pinky fue uno de los momentos más mediáticos de aquella época.

El hecho de casarse con alguien que está en el mismo tema que vos, a veces ayuda y otras veces no tanto. Y en una pareja de artistas siempre hay cierta competencia”, recuerda.

¿En qué cosas competían con Pinky?
Cuando la conocí yo no tenía la trascendencia pública que tenía ella. Pinky era una de las grandes estrellas de la televisión, y si bien yo no competía con ella, el público sí lo hacía y fue difícil.

¿Cómo puede el público hacer que una pareja compita o se confronte?
A veces era el público y a veces el mismo medio en el que uno se maneja el que ensuciaba la cancha.

Hoy Jorge Rial se haría un picnic: Pinky vs. Lavié…
Por supuesto. Antes eso también existía, pero no eran tan sangrientos como ahora.
Muchas veces había gente que probablemente tenía animadversión con Pinky y me hacía pagar a mí las consecuencias, quitándome protagonismo o de alguna otra manera. No era fácil, sobre todo tratándose de una figura de la importancia de ella, que en ese momento era como hoy Mirtha Legrand.

¿Cómo siguieron las cosas con ella?
Tenemos dos hijos y una relación muy adulta.

Un tipo común

Pasó la temporada teatral, ¿a qué te abocás ahora?
Sigo con mis shows personales, con varias salidas por el interior del país. En junio tengo dos conciertos en Boswil, una localidad cercana a Zúrich, Suiza, donde voy a cantar María de Buenos Aires con la Orquesta Sinfónica de Zúrich, dirigida por el argentino Marcelo Nisinman. También estoy pensando en volver con una comedia musical. Tengo en carpeta ‘Jekyll & Hyde’ y ‘Gotán’.
Por otra parte estoy con un proyecto muy importante llamado ‘Terra Tango’, un parque temático que va a estar instalado en un predio de varias hectáreas en Vicente López y donde armaremos una ciudad a través de la cual vamos a contar la historia del tango desde los comienzos hasta nuestros días.

¿Cómo sos abajo del escenario?
Igual que arriba del escenario.

¿Cómo es un típico día tuyo?
Yo trabajo permanentemente creando cosas, estoy siempre detrás de proyectos. Normalmente uso las primeras horas del día, a eso de las 6 de la mañana ya estoy trabajando tranquilo. Luego desayuno leyendo los diarios y hago algo de actividad física. Por las tardes siempre hago cosas que tienen que ver con mi trabajo.

¿Vivís en Buenos Aires?
Sí, a 30 kilómetros de la Capital.

¿Es una necesidad, una costumbre o te gusta el ritmo bonaerense?
No, no estoy acostumbrado, pero en Buenos Aires tengo todo.

¿Qué música escuchás en el living de tu casa?
Escucho la música buena. La música populachera, de mal gusto, no la quiero y no quiero que alguien la escuche en mi casa. Siempre les puse buena música en los oídos a mis hijos, por eso ellos crecieron disfrutando la música de calidad. Creo que es importantísimo que los padres orientemos a los hijos para que tengan un oído abierto pero a las buenas cosas, de la música y de la vida. Tengo una hija de 26 años y a veces todavía le digo, “no, esto no. Pará la mano acá” y si no le gusta, mala suerte.

¿Volverías a Rosario?
No creo. Me encanta Rosario, pero toda mi vida está desarrollada en Buenos Aires. Yo llegué a los 18 años, hice todos mis amigos, tuve mi familia…me casé tres veces y de los tres matrimonios tengo hijos. En Rosario estaría muy solo.

Tac, tac, tac y el último escalón. Ahora en sentido inverso. La figura de Raúl Lavié comienza a retirarse, lentamente. Me quedo mirándolo en silencio y a causa de un  fenómeno extraño, difícil de explicar, su imagen se agiganta a medida que se aleja.

Valeria Lynch, la historia de una voz

Por Marcos Calligaris

Valeria Lynch es de esas artistas difícil de abarcar. Con una potente e inconfundible voz, se supo ganar un importante espacio en el que se mantuvo vigente a lo largo de varias décadas, y el presente la encuentra de una forma inmejorable.

Multifacética por donde se la mire, ‘Val’ -como le gusta que la llamen- trabajó además en cine y televisión; en musicales y teatro de revistas. Cantó en infinidades de escenarios mundiales, incluyendo Las Vegas, Tokio, San Remo y el Carnegie Hall de Nueva York, adonde muy pocos latinos han llegado. Compartió escenario con gigantes como Ray Charles, Rod Stewart, Tina Turner y Plácido Domingo, entre varios otros. Continue reading

Conociendo a Gainsbourg

Por Marcos Calligaris

Conocer a Serge Gainsbourg no es nada sencillo. Pero siguiendo estas instrucciones al pie de la letra, se puede conseguir un resultado garantizado.

Suele sucederme que me preguntan de dónde conozco a Serge Gainsbourg. En este momento me propongo a dar fehacientes indicaciones y reveladoras premisas.

Lo primero es dirigirse a la Alianza Francesa más cercana. La Alianza, según su definición enciclopédica, es algo así como “una organización cultural y educativa internacional que promueve, sin fines lucrativos, la enseñanza del idioma y de la cultura francesa en el mundo.

Es necesario que la Alianza Francesa a la que te dirigís, tenga un bar, y si tiene un bar, seguro que éste va a contar con un apropiado estilo francés. Allí te dirigís diariamente y pedís un cortado al revés con alguna medialuna.

Luego de algunos días, cuando ya casi sos un cliente de la casa, te van a poner al corriente de una fecha, una fecha en la que cantará y tocará la guitarra un tal David.

David es un francés –atentos que puede variar el género y el nombre del músico, dependiendo el tiempo y espacio- que está ganándose unos mangos en tu ciudad y despunta el vicio tocando la guitarra.

Él aparentemente ha llegado a un acuerdo con el dueño del barcito afrancesado para interpretar unos temitas de la chanson francesa. Seguramente lo hará gratuitamente, pero no te preocupes por él, de esa forma se va a sentir más cerca de su casa.

Llegás el día indicado –podés ir con un acompañante-, te sentás, ordenás un cortado al revés con alguna medialuna y esperás.

David, llega al rato, desenfunda la guitarra, afina algunas cuerdas y larga.

Una de las primeras canciones será Aux Champs Elysées, de Joe Dassin. Te va a  parecer muy entretenida. Luego el repertorio incluirá La vie en Rose, de la Piaf, obvio, alguno de Charles Aznavour, Charles Trenet (Que reste-t-il de nos amours, una delicia), Jacques Brel, entre otros y llegará a Les Feuilles Mortes, en su versión interpretada por Yves Montand. Che, David canta bien.

Pero ojo acá, este clásico galo es clave. Les Feuilles Mortes te va a cautivar. Canción triste si las hay, nació con la muerte de la Segunda Guerra Mundial en 1945, Jacques Prévert y Joseph Kosma fueron los encargados de ponerle letra y música respectivamente.

Esta canción en realidad no es sólo una canción, es una llave, la llave mágica y secreta de ingreso al mundo de la canción francesa.

C’est une chanson qui nous ressemble. 

Toi, tu m’aimais et je t’aimais 

Et nous vivions tous deux ensemble, 

Toi qui m’aimais, moi qui t’aimais.

La clave final

¿Qué tiene que ver esto con Serge Gainsbourg? Nada. O mejor dicho nada por ahora.

Seguimos con las instrucciones.

Te vas y prometés volver al bar la próxima vez que David lo haga con su guitarra y con Les Feuilles Mortes. No importa la estación del año, para cuando vuelvas, ya vas a estar rogando que el músico interprete Les Feuilles Mortes.

Y lo que él va a interpretar también en aquel reencuentro, es que ya estás listo para recibir una confesión: “Hubo una vez en Paris un gran músico, tan grande, revolucionario y extraordinario, como feo. Su nombre fue Serge Gainsbourg”. Y ante tu mirada atenta proseguirá con un halo de misterioso: “en una de sus canciones, Gainsbourg hizo referencia a Les Feuilles Mortes. Esa canción atrapó tanto a Serge, que escribió una él mismo, que de alguna manera continuaría la triste historia de Les Feuilles Mortes e increíblemente sería también tan célebre. Su nombre iba a ser “La chanson de Prevert”.

David la interpreta:

“Oh je voudrais tant que tu te souviennes 

Cette chanson était la tienne 

C’était ta préférée 

Je crois 

Qu’elle est de Prévert et Kosma.”

Quizás la primera vez no te guste, también puede pasarte como a mí, que la destetes. Pero será letal. Esos acordes -chocantes quizás para un anglófilo- serán penetrantes y en el futuro, probablemente podrás sentirlos como una necesidad.

David te mirará por sobre su hombro, dibujará una casi imperceptible sonrisa y se alejará como quien se sabe seguro del éxito de su cometido.

A partir de ese momento vas a empezar a escuchar a Serge Gainsbourg por todos lados, en varias lenguas, en poemas, en prosa, en televisión, en parafraseos, en citas. Verás su estilo en varias personas, sus juegos de palabras te harán reír y hasta ponerte colorado. Te vas a sentir identificado a veces, otras no tanto.

Y de repente, de un momento a otro, vas a caer en la cuenta de que a Gainsbourg ya lo conocías desde hace mucho tiempo.

Doy fe. Así conocí yo a Serge Gainsbourg, No fue para nada fácil, pero a mi favor debo alegar que fui infalible en la consecución paso a paso de todo el procedimiento.

Algunas personas me comentaron que lo han conocido de otra manera, sinceramente yo no les creo.

 

¿Y cómo es él?

Entrevista a José Luis Perales
Por Marcos Calligaris


En una entrevista exclusiva, el cantautor español habla sobre su vida, su familia, su exitoso pasado. El significado de Argentina en su carrera y su probable retiro.

No es un habitante de las grandes ciudades. José Luis Perales nació en La Villa de Castejón, Balcón de la Alcarria, un pueblo que dista a 65 kilómetros de la ciudad española de Cuenca

Allí vivió hasta los 16 años, cuando su padre decidió enviarlo a la Universidad Laboral de Sevilla, donde se desplazó para estudiar maestría industrial en electricidad. En ese clima estudiantil, el futuro compositor tuvo su primer contacto con una guitarra

Muy poco tiempo pasó para que nacieran sus primeras melodías. ‘Niebla’, aún poco madura, marcaría el principio de un largo camino y donde José Luis veía claro cual sería su verdadera vocación: la música.

Los años pasaban inexorablemente y ya establecido en Madrid para completar sus estudios, Perales se ganaba la vida como electricista.  Es sus tiempos libres componía y estas obras, que ya acumulaba en decenas, esperaban por algún cantante interesado en interpretarlas.

Fue luego de una fiesta en la que casi por casualidad cantó uno de sus temas, que alguien le ofreció grabar y probar fortuna, una fortuna que le llegaría más adelante como compositor. Curiosamente, como cantante no convencía al director de una conocida firma.

Para aquel entonces ya había conocido a quien hoy es su mujer, Manuela, tan imprescindible en su vida, como él mismo dice: “…yo, si no fuera por Manuela estaría perdido.”

Como en toda gran historia hay un momento, una persona, que cambia el rumbo. En la de José Luis Perales, ese hito fue conocer a Rafael Trabucchelli, el principal productor discográfico de la España de los ’70.

Trabucchelli le propuso cantar. José Luis se resistió todo lo que pudo, puesto que ante todo estaba su vocación familiar. Mientras tanto su composición de “Porque te vas”, en boca de Jeanette, conseguía vender más de cuatro millones de copias en un año

Finalmente Trabucchelli lo pudo persuadir de cantar, algo que Perales define como accidental, pero que le salió muy bien: su primer ‘long-play’ del ‘73 fue todo un éxito en España y Latinoamérica.

El resto de su historia es conocida. José Luis Perales se convirtió en un clásico, en uno cantantes y compositores más prolíficos de la lengua española con más 50 millones de discos vendidos y más de 100 discos de oro y platino recibidos como reconocimiento.

Pero José Luis Perales no es solamente una fábrica de hits.

En una entrevista exclusiva nos habla de su vida familiar, de su vida artística, su amor por la arqueología y la escultura, los viajes, Argentina.

José Luis, si mirás hacia atrás en tu vida, en tu carrera ¿Qué  es lo primero que ves?
La verdad es que me veo con un largo camino hecho y a la vez me veo muy premiado por este camino. De hoy te puedo decir que me siento muy bien y muy joven, a pesar de mis 61 años.

¿Cómo definís al público que te sigue en la actualidad?
Hay una buena cantidad de gente joven -aparte de la gente de mi generación- que está en mis conciertos, que compra mis discos o los escucha en la radio.
Eso me llena de agradecimiento y me hace sentirme vivo y actual. No me hace sentir desplazado.

Ha sido una constante en tu carrera que cada tanto desaparezcas de los escenarios. ¿Es una necesidad?
Me suelo tomar un tiempo porque nunca estoy seguro de si voy ser capaz de hacer un disco más. Yo siempre siento una inseguridad sobre si voy a ser capaz de hacer un nuevo trabajo.

¿Y qué hacés en esos momentos en que no sabemos nada de vos?
Me escapo. Luego de mi disco anterior no quise renovar contrato con Sony, entonces, cuando no tenés ese contrato que te obliga a una fecha de entrega de un disco, es como que te relajás; te vas a Egipto, a Italia; te metés en tu taller; hacés esculturas; hacés cerámica; te vas a tu jardín, o te vas a ver una obra musical en Londres. O quizás simplemente hacés vida de hombre a pie, sin nada que tenga que ver con la música o el espectáculo.

Entonces ¿Cuándo llega el momento de sentarse a componer nuevamente?
De vez en cuando llega un momento en el que no te queda más remedio que encerrarte y escribir, y es porque la musa anda por ahí. La musa te atrapa y te dice ‘ahora escribí’. Cuando hace un tiempo que no hacés nada, la guitarra comienza a llamarte. Eso es porque te sentís mal.
En ese momento te sentás y de repente nace una nueva canción. Eso se celebra de una manera muy especial y decís ‘Bueno, soy capaz de escribir de nuevo’. Ahí te ponés a escribir otra vez y llega el disco, la gira, la promoción, el viaje.

¿No sentís temor a no poderte reencontrar con tu público luego de un tiempo sin giras?
En general, como te decía, nunca tengo seguridad en las cosas que hago. No he sido una máquina engrasada para que funcione. Nunca me preocupé específicamente por el marketing, por la imagen, por el disco, por que suene o por las entrevistas. Me he escapado con todos los riesgos que conlleva escaparse de los medios y del público. De repente aparecí de nuevo y están todos ahí. Me parece un milagro que agradezco profundamente.

¿Por qué creés que tu público te es tan fiel?
Creo que hay una música que queda ahí; que ha quedado en la gente y los hace esperarme en sus asientos. No encuentro otra razón.
Por otra parte creo que como aparezco tan de vez en cuando, nunca me siento solo, siempre hay alguien con ganas de verme.

¿Qué sensación te da volver a tu pueblito luego de una larga gira?
Lo que siento, creo que es lo que siente cada ser humano cuando llega a su terruño, a ese jardín o esa casa que huele a sus recuerdos, a su infancia. Cuando llegás a ese marco que es el tuyo, a ese paisaje que te pertenece y donde te has criado, sentís una felicidad inmensa.
Suelo ser tan añorante de mi tierra en la cual he escrito prácticamente todas mis canciones, que a veces he tardado mucho tiempo en volver y cuando llegué me he ido solo por ahí, a revolcarme y besar la hierba, a besar a mis perros, encontrarme con algo maravilloso y ser yo mismo en ese espacio tan lindo que es solamente mío.

¿Qué significado ha tenido tu familia en tu carrera?
Ellos han sido todo. Mi familia son mis hijos, Manuela –mi mujer- y yo. No puedo pasar un día sin saber cómo están, aunque esté muy lejos. También han estado siempre presente mi madre, que ya es una señora muy mayor, mis hermanos, mis sobrinos.

¿Te cuesta salir de gira?
Si, me cuesta mucho aunque soy consciente de que hay que hacerlo. La gente quiere verte y no es justo que no vayás. Entonces vas por la gente, pero además porque necesitás mostrar tu trabajo nuevo. Es algo parecido a cuando tenés un hijo nuevo, que es muy guapo y querés que la gente lo conozca.
Creo que hay una gran lucha entre la distancia y lo que te gustaría tener. Pero al final ambas terminan llevándose bien, se respetan ente sí. De ese modo ha sido fácil mantener la familia y la profesión.

¿De cuál de las 530 canciones que tenés registradas estás más orgulloso?
Yo separaría entre una canción de la que me sienta orgulloso y la ‘gran canción’. La que más orgullo me da es ‘Que canten los niños’, porque movilizó la conciencia de muchísima gente con respecto a los niños de Aldeas Infantiles SOS (Perales es el padrino de esta entidad benéfica). Se hicieron muchísimos socios, se cantó en la ONU y concienció a muchos. Después están canciones como ‘Y cómo es él’, que a la gente le encanta pero para mi no es mi mejor canción. Ni siquiera la escribí para mí, y cada vez que la canto tengo que interpretarla como un actor que hace un papel.

¿Qué representa Argentina para vos?
Siempre lo digo, en todos lados. Argentina fue el primer país que me abrió las puertas en el año ’73; el primer país que me dio un disco de oro, por ‘Celos de mi guitarra’ y también espero que sea el último país al que llegue alguna vez.

¿Qué significa eso?
Significa que si algún día me marcho, del último país que me despediré será de Argentina.

En You Tube:

httpv://www.youtube.com/watch?v=77PB4CGWRkc

 

Conquistar África y contarlo

Entrevista a Hernán Lanvers
Por Marcos Calligaris

Vive en Córdoba y se convirtió en Best seller por sorpresa. Hernán Lanvers conquistó África y también hizo cumbre en el vasto mundo de la literatura argentina.

Estimado Sr. Calligaris

Le envío este libro que he escrito para que, de disponer usted de tiempo, le dedique sólo diez minutos a iniciar su lectura. Si pasado ese tiempo, la narración logra entusiasmarlo y termina usted de leerla, me sería muy valioso conocer su opinión sobre ella (…)

                                                                                                                Hernán Lanvers

En un acto de extrema humildad y al filo de la obsesión, el hombre finalizó su novela, aquella que basó en su querida África y la diseminó como bomba de tiempo por las principales salas de redacción del país, desafiando de puño y letra a periodistas y editores.

Con el mismo modus operandi procedió ante la gigantesca Editorial Sudamericana, a la cual llegó a enviarle un libro dedicado a cada uno de sus 60 empleados.

Finalmente el ingenioso ataque del escritor primerizo en su lucha contra las pesadas estructuras del anonimato dio su fruto: el hechizo de los primeros diez minutos de lectura fue letal y en su casilla de correo, un e-mail le comunicaba la inminente publicación de su libro. Continue reading

Ángel ‘Pato’ Cabrera y el desafío de mantenerse

Entrevista a Ángel ‘Pato’ Cabrera
Por Marcos Calligaris

Ángel Cabrera nació el 12 de setiembre de 1969 en Villa Allende, a pocos metros del Córdoba Golf Club donde comenzó a trabajar como caddie con tan sólo 10 años. Sus amigos, la mayoría más grandes que él, también eran caddies y le habían propuesto que los acompañara.

Pero el Pato mostraba buenas aptitudes para pegarle y pronto comenzó a probar suerte en torneos para caddies. Fue su extraordinario talento el que le permitió dejar de trabajar para convertirse en jugador profesional.

Poco a poco, aquel jugador de origen humilde se fue ganando un lugar entre los jugadores más importantes, primero del país y luego del mundo. Y así comenzó a inscribir su nombre en reconocidos torneos de todo el planeta. Continue reading

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